miércoles, 27 de abril de 2016

Aclarando sobre la Ciudad Blanca...



A la luz de la historia…¡la actualidad del pasado!                                  
 
 
Apuntes sobre la Ciudad Blanca II: ¿Puede un mito volverse realidad?
Por Esther Alexandra Garwer y
Rolando Zelaya y Ferrera

De acuerdo a los relatos de los Pech más ancianos, “…hace unos 500 años llegaron a la Mosquitia al área del Rio Plátano unos seis mil colonos provenientes según nos han dicho de lugares de lo que hoy conocemos como Sur América; la primera colonia fue fundada en un lugar que nosotros llamamos Chilmeca, localizada cerca de "CASA BLANCA" y nuestros mayores nos relatan que ellos nacieron y crecieron en una ciudad labrada en piedras blancas y que por eso le llamaban casa blanca, de boca en boca por cientos de años se ha creado esta historia de "LA CIUDAD BLANCA”. “Esta fue construida por los Dioses, que transformaron gigantes piedras en diversas figuras, anímales salvajes y gigantes artefactos de procesar granos (piedras de moler), al preguntárseles a estos ancianos que fue lo que pasó con esta ciudad, que porque no se pueden encontrar sus ruinas y el lugar de su asentamiento, ellos dicen que la causa de todo se inició cuando un indio Tawaka abandonó esta ciudad por haber sido discriminado por la comunidad que allí vivía, él conjuro un "maleficio" contra la ciudad y sus habitantes. Poco tiempo después empezó a suceder toda clase de calamidades, plagas y toda clase de catástrofes, el pueblo (los Pech) entendieron de que ya no podían seguir viviendo allí y que tenían que emigrar a otro lado, y es lo último que ellos han escuchado por medio de los relatos hablados de sus antepasados de esa ciudad”.

Posteriormente durante la invasión española en Honduras, el tres de setiembre de 1526, un atribulado Hernán Cortés escribía sus impresiones de América, al Emperador Carlos V. En esa misiva, más tarde conocida como Carta de Relación Nº 5, el conquistador hacía alusión a la existencia de una ciudad desconocida, y de la cual decía: “Por otra parte dolíame el ánima dejar aquella tierra en el estado y coyuntura que la dejaba, porque era perderse totalmente; y tengo por muy cierto que en ella vuestra majestad ha de ser muy servido y que ha de ser otra Culúa, porque tengo noticia de muy grandes y ricas provincias, y de grandes señores en ellas, de mucha manera y servicio, en especial de una que llaman Hueitapalan, y en otra lengua Xucutaco, que ha seis años que tengo noticia de ella, y por todo este camino he venido en su rastro, y tuve por nueva muy cierta que está ocho o diez jornadas de aquella villa de Trujillo, que pueden ser cincuenta o sesenta leguas. Y de ésta hay tan grandes nuevas, que es cosa de admiración lo que de ella se dice, que aunque falten los dos tercios, hace mucha ventaja a esta de México en riqueza, e iguálale en grandeza de pueblos y multitud de gente y policía de ella. Estando en esta perplejidad, consideré que ninguna cosa puede ser bien hecha ni guiada si no es por mano del Hacedor y Movedor de todas, e hice decir misas y hacer procesiones y otros sacrificios, suplicando a Dios me encaminase en aquello en que él más se sirviese”.

Hueitapalan –Xucutaco, que en el antiguo idioma nahuatl –maya, significa Ciudad Blanca, se creía rivalizaba en majestuosidad con las antiguas metrópolis mexicanas del tiempo anterior a la conquista. La leyenda señalaba a la impenetrable mosquitia hondureña como su lugar de origen, que custodiaría aquellas ruinas míticas, también conocida por los locales como Kaha Kamasa, ciudad del Mono Dios.

La segunda referencia sobre esta misteriosa ciudad tiene lugar 18 años más tarde, a través de la pluma del Obispo Cristóbal Pedraza, que en “Relación de la Provincia de Honduras” (1544) escribe: que “desde la cima de una montaña él pudo observar un ventajoso punto” (mirador), donde describió “un extenso establecimiento indio desconocido, en un plano terreno cerca de la cuenca de los ríos Sico y Negro”. Luego de unos años de silencio, la historia de Ciudad Blanca retoma la luz pública en 1939, a través de Theodore Morde, un estudioso norteamericano, quién inspirado en el relato del Obispo Pedraza, emprende una expedición a la selva de la Mosquitia, en busca de la ciudadela perdida.

Después de él, muchos buscaron la ciudad e inclusive perdieron su vida por encontrarla. En el proceso más de 200 sitios arqueológicos fueron hallados y todos fueron en su momento, declarados como la Ciudad Blanca. Hoy con la exploración de Steve Elkins bajo patrocinio de Nat Geo, se ha vuelto a poner a la Ciudad Blanca en el centro de la polémica: unos basándose en la verdad científica y otros en la necesidad de poner un producto televisivo sensacionalista a disposición de un público ávido de cosas nuevas para ver.

Sin embargo si las cosas se ponen en la perspectiva correcta todo se aclara de la siguiente manera:

En el documental de Nat Geo “La Ciudad Blanca Perdida del Dios Mono”, con relación al hecho de que la expedición encontró la Ciudad Blanca, en el minuto 39:12 el narrador afirma “nadie del equipo hizo tal declaración”. En el minuto 39, Douglas Preston, miembro de la expedición afirma: “ellos no encontraron la Ciudad Blanca, la Ciudad Blanca es una leyenda; pero lo que si encontraron fue una gran ciudad antigua que pertenece a una de las culturas más misteriosas y sin estudiar de América. Ni siquiera tiene nombre formal”.

La comunidad científica está clara que para afirmar que es la Ciudad Blanca, habría que encontrar restos materiales con algún símbolo que permitiera identificar la misma con ese nombre, para que la leyenda dejara de serlo y volverse realidad. Mientras ello no ocurre, no puede afirmarse que es la Ciudad Blanca, o la énesima Ciudad Blanca encontrada en la Mosquitia Hondureña. Pero las cadenas de televisión (recuerden que NatGeo ahora le pertenece a FOX) para mercadear la expedición y su documental la presentan como el descubrimiento de la Ciudad Blanca; son ellos los que afirman esto no los científicos.

La confirmación de la Ciudad Blanca sería el descubrimiento más importante del siglo 21. Expertos de Honduras recomiendan al Gobierno conformar un comité de alto nivel entre nacionales y extranjeros para estudiar la zona y hacer un trabajo científico concreto.

Ricardo Agurcia, reconocido arqueólogo hondureño, cuestiona el posible descubrimiento que trasciende a nivel mundial porque el equipo de investigación conformado dice que no es reconocido y tampoco se sabe de las instituciones que participaron y si hay hondureños expertos involucrados. “Lo que he podido ver tiene muy poco criterio científico. Me extraña también que una noticia de este tipo salga publicada primero fuera de Honduras”.

Apunta que lo que muestra la revista no tiene las características de lo que la leyenda menciona y no es desconocido que en La Mosquitia hay muchos asentamientos arqueológicos. “¿Lo que encontraron es una ciudad? Una ciudad se define arqueológicamente como un sitio de ocupación humana con una población mayor de 10 mil habitantes. Eso se verifica con arqueología de campo y registros de casas. ¿Es blanca? En ninguna de las fotos veo que así sea. En la leyenda de la Ciudad Blanca que conozco debe haber una estatua de mono de oro. Si esta es la Ciudad Blanca, dónde está ese mono. Le veo muchos tintes de aventura, de película de Hollywood, como si fuera una cinta de Indiana Jones. Eso no es ciencia”, señala Agurcia.

La arqueóloga hondureña Eva Martínez coincide con Agurcia en que no se trata de un descubrimiento y que la Ciudad Blanca sigue siendo un mito. “La Mosquitia hondureña ha sido estudiada por arqueólogos desde hace varias décadas. El lugar que menciona National Geographic puede ser uno de los sitios arqueológicos ya registrados en el Instituto Hondureño de Antropología e Historia ( Ihah)”. La docente de la carrera de Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras dice que la publicación internacional carece de credibilidad. “Cualquier sitio arqueológico en La Mosquitia podría recibir ese nombre. La Ciudad Blanca es un mito, una leyenda. La publicación no es una investigación académica y nos da una idea equivocada de la labor de la arqueología”, afirmó. Martínez recomienda al Gobierno que siga el proceso legal y normativo del Ihah y se solicite una investigación arqueológica concreta, ya que se desconoce el objetivo del trabajo de campo de la Universidad de Colorado o si se trata de algo preliminar. Ante la difusión del supuesto descubrimiento considera que el Gobierno debe blindar La Mosquitia por los saqueos de piezas que ya se han estado dando y que pueden aumentar.

El arqueólogo estadounidense William Fash, quien radica en Copán desde hace varias décadas, considera la noticia del posible descubrimiento de la Ciudad Blanca como alentadora porque hace del conocimiento mundial que hay asentamientos grandes e importantes con esculturas monumentales característicos de la cultura mesoamericana en Honduras. “Lo que es nuevo para mí como investigador es el hallazgo de una escultura en el lugar. Se sabía que había petroglifos o arte rupestre, pero en la foto aparece una cultura muy mesoamericana. Eso es importante porque ya se había publicado que el sitio tiene un amplio campo de pelota que también es muy mesoamericano. Podemos decir que es de esa cultura y no del área intermedia, como Nicaragua o Costa Rica”, dijo el experto egresado de la Universidad de Harvard, Estados Unidos.

El artículo que publicara la prestigiosa revista National Geographic la semana pasada sobre el hallazgo de una Ciudad Blanca en la zona selvática de La Mosquitia, al este de Honduras, ha provocado un revuelo internacional.

El descubrimiento fue divulgado en decenas de medios de comunicación de todo el mundo, en vista de la importancia de una posible civilización perdida aún no perturbada por la mano del hombre.

Sin embargo, la forma en la que se dieron a conocer los hechos parece haber incomodado a estudiosos en la materia, quienes calificaron las declaraciones como exageradas. En una carta pública, estudiosos de diversas centros de educación superior internacionales, entre ellos la Universidad de Berkely, Kansas, Colorado, Londres, Calgary y hasta de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), sostienen que National Geographic desconoce investigaciones previas en la zona y sensacionalizó la arqueología.

"Escribimos para expresar nuestra seria preocupación sobre los artículos recientes que proclaman el descubrimiento de una ciudad perdida o civilización perdida en Honduras.

Consideramos que estos artículos:
1) realizan declaraciones exageradas sobre el “descubrimiento”,
2) ignoran las extensivas investigaciones previas desarrolladas en la región,
3) desconocen la familiaridad de los residentes locales con la región,
 4) sensacionalizan la práctica de la arqueología y
5) utilizan un discurso ofensivo y anticuado, contradictorio con los esfuerzos substanciales de la antropología en aras de la inclusión y la multivocalidad", inicia la publicación fechada el 6 de marzo.

Aclaran que la región "ha sido objeto de investigación arqueológica durante la mayor parte del siglo pasado y especialmente en las últimas dos décadas. Las intensivas investigaciones previas han sido dirigidas por arqueólogos, geógrafos y otros científicos".
"Lejos de ser desconocida el área ha sido el foco de varios trabajos académicos y populares, incluyendo dos tesis de Maestría, una tesis doctoral, dos libros populares, dos documentales, numerosos artículos y presentaciones y una serie de folletos recientemente publicados por un periódico hondureño", apunta en referencia a diario EL HERALDO.

Por su parte, el arqueólogo que encabezó la expedición a Honduras, Chris Fisher, dijo al diario The Guardian que estaba sorprendido por las críticas. "Nunca dijimos que es la Ciudad Blanca o la ciudad perdida del dios mono. Los artículos no son pensamientos científicos y no negamos que los pobladores locales pudieran tener conocimiento de estos sitios. Pero el área estaba desocupada y relativamente virgen después de todos estos siglos", comentó.

De acuerdo al arqueólogo hondureño Ricardo Agurcia, "la fuerza motivadora detrás de la expedición es la producción de una película". "Esta es una búsqueda-aventura y pretende hacer ver este mito como la gran Ciudad Blanca perdida en el este de Honduras. Pienso que justo ahí iniciaron con el pie equivocado", dijo Agurcia a The Star.

No se deje sorprender; no se ha despejado ningún mito, no todavía, y es posible que la Ciudad Blanca aún esté esperando ser descubierta.

Fuentes:
1.- “Ciudad Blanca Donde reina el Mono Dios” por Débora Goldstern© en su versión electrónica en http://cronicasubterranea.blogspot.com/2009/09/ciudad-blanca-donde-reina-el-mono-dios.html
2.- Diarios La Tribuna, El Heraldo y La Prensa
3.- Documental de NAt Geo “Explorer: Legend of the Monkey God”

4.- “Ciudad Blanca es un mito para arqueólogos hondureños”, 4.3.2015, Diario La Prensa, en su versión electrónica en http://www.laprensa.hn/honduras/816926-410/ciudad-blanca-es-un-mito-para-arque%C3%B3logos-hondure%C3%B1os, consultada el 27/4/2016.

5.- "Nunca dijimos que era la Ciudad Blanca o la ciudad del dios mono", 12-3-2015, Diario El Heraldo en su versión electrónica en http://www.elheraldo.hn/pais/821784-214/nunca-dijimos-que-era-la-ciudad-blanca-o-la-ciudad-del-dios consultado el 27/4/2016. 




Las noticias del hallazgo de la Ciudad Blanca no son nuevas, Diario LA TRIBUNA constató en documentos del Archivo Nacional, que esa zona ya había sido descubierta e incluso fue declarada Parque Arqueológico Nacional, mediante el decreto número 79-69 del Congreso Nacional, presidido por el extinto nacionalista Mario Rivera López en 1969.(Foto cortesía La Tribuna)




viernes, 22 de abril de 2016

Las Casas Presidenciales de Honduras

Las Casas Presidenciales

Desde la independencia, el antiguo edificio del ayuntamiento de Comayagua tomó la importancia necesaria al convertirse en la sede del Jefe de Estado.Fue allí donde las decisiones más importantes de naciente Estado de Honduras se tomaron durante los 60 años que Comayagua fue el centro político de más importancia en el país. De ese edificio, que se quemó y fue sustituido por otro que respeto en lo posible su apariencia, son los espejos que hoy dia pueden admirarse en el Salón de los Espejos de la Casa Rosada de Tegucigalpa, más conocida como la presidencial vieja. También en el Museo de Historia Republicana de Villa Roy puede admirarse una se las sillas de arrimo de la antigua casa de gobierno de Comayagua.

Mediante Decreto número 11 del 30 de octubre de 1880 en el gobierno del doctor Marco Aurelio Soto trasladó la capital de la República, de la antañona ciudad de Comayagua a la ciudad de Tegucigalpa. Las razones que se adujeron en los considerándonos del mencionado decreto, se limitaron a determinar que Tegucigalpa reunía una serie de condiciones que ameritaban el cambio de la sede del Poder Ejecutivo, incluyendo el funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia, la Caja Real, la Universidad Nacional y los centros económicos más importantes que generaban el desarrollo nacional.

La decisión no fue bien recibida en los círculos sociales y en sectores políticas que adversaban al presidente Soto, pero las objeciones fueron desestimadas por la mayoría de los constituyentes que decretaron el traslado de la capital al poblado minero que durante la época colonial tomó importancia por el empeño y la actitud progresista de sus habitantes, “la Ciudad de las Canteras”, cuna de patricios como Francisco Morazán, José Trinidad Cabañas, Juan Lindo, José Trinidad Reyes y otros insignes varones, es desde 1880 la capital hondureña y jugando entre las serranías y los pasos de ríos y quebradas a transitado entre los siglos XIX y XX desafiando las irregularidades topográficas que la han convertido en una pintoresca ciudad.
 

La primera Casa Presidencial en Tegucigalpa era una edificación de madera que se encontraba al costado sur-occidental de la Plaza de la Merced, en la parte superior funcionaban las oficinas del Presidente, el despacho del Secretario General del Gobierno el doctor Ramón Rosa y otras dependencias del Ejecutivo. Este edificio para ser más exactos, se encontraba ubicado donde hoy está uno de los extremos de la planta baja del actual Palacio Legislativo. El presidente Soto, poseedor de un refinado gusto, engalanó los salones del edificio y acondicionó las habitaciones destinadas a oficinas gubernamentales. Durante todo el ejercicio de su gestión presidencial, esa fue la Casa del Gobierno que resultaba vulnerable para la seguridad del dignatario por los materiales con que fue construida. Sin embargo, el presidente Soto se mantuvo en el lugar hasta el día en que dejó el poder de la nación en el año 1883. 

En 1883 asciende al poder de la Nación el general Luis Bográn, hombre de ideas progresivas y en quien en su condición de secretario de la Asamblea Constituyente se había firmado el decreto 11 para trasladar la capital de Comayagua a Tegucigalpa. El general Bográn estimó que la Casa de Gobierno que había ocupado el doctor Soto como Casa Presidencial en Tegucigalpa no era adecuada y efectuó el traslado del inmueble a la derecha del Salón de Sesiones del Congreso Nacional, que estaba muy próximo al lugar y cuya edificación era de adobe y de piedra y con salones apropiados para las instalaciones de la sede del Ejecutivo.

En la nueva Casa de Gobierno se encontraba el despacho del mandatario, las oficinas de sus más cercanos colaboradores, habilitó en el extremo sur del Salón de Sesiones para el Congreso Nacional, oficinas y archivos de este Poder del Estado y en la parte inferior del desnivel que daba a la calle y que conducía al Puente Mallol lo destinó para la Escolta Presidencial, que años más tarde se transformó en la Escuela de Cabos y Sargentos.

Más espaciosa y mejor acondicionada facilitó en su interior la ubicación de un amplio salón de recepciones que fue bautizado como el Salón de los Retratos, engalanándose con las pinturas y las esfinges de los próceres, bellos cortinajes franceses, banderas, el Escudo Nacional y finas decoraciones.
 

En esta Casa de Gobierno ejercieron la titularidad del Poder Ejecutivo; Luis Bográn, Ponciano Leiva, Domingo Vásquez, Policarpo Paz Bonilla, Terencio Sierra, Manuel Bonilla, Miguel Dávila y el doctor Francisco Bertrand. Este último sin embargo, no terminó su ejercicio público en el inmueble: durante su gestión de 1913 a 1916 trasladó la casa de gobierno al edificio del Banco de Honduras, mismo en el que ya funcionaba la oficina de correos. 


Consciente de la necesidad de un edificio propio, en el mismo año se adquirió la propiedad de Don Jerónimo Zelaya por 40,000.00 pesos para su construcción, misma que se inició en el año de 1914.En el sitio en cuestión se encontraba anteriormente el Hotel Picadilly y antes había funcionado allí la legación de México; el predio se encontraba en la cima de una colina que colindaba al sur con el Puente Mallol y el Río Grande, desde allí podía visualizarse claramente la Calle Real hacia el sur, el cerro de Doña Juana Laínez y el cerro de El Berrinche, un punto estratégicamente militar en la ciudad, dadas las constantes montoneras políticas que asolaban el país.

Como apuntamos antes, durante la presidencia del doctor Francisco Bertrand se inició la construcción de la nueva Casa Presidencial. El diseño arquitectónico y los trabajos de construcción le fueron confiados al arquitecto italiano Augusto Bressani. La majestuosa Casa Presidencial construida por A. Bressani fue levantada sobre una colina a la margen derecha del Río Grande o Choluteca utilizando como material principal la piedra de las canteras Tegucigalpenses.




La obra concluyó a finales de 1919 y le correspondió al Presidente Rafael López Gutiérrez ser su primer ocupante en el año de 1920. Con un clásico estilo europeo la nueva Casa Presidencial contaba con dos plantas, amplios corredores, un patio central, torreones en sus cuatro extremos, un despacho Presidencial bajo una de las cúpulas, aposentos, oficinas en la planta baja, un salón de las recepciones que fue bautizado como el Salón Azúl, un recibidor o sala para las reuniones conocido como el Salón de los Espejos, dormitorios y patio para los efectivos militares y miembros de la Guardia de Honor y una sala para proyecciones cinematográficas.


Su techos estaban finamente decorados con cielos de yesos, madera y de planchas de metal, con lámparas de cristal y piezas de estatuas obtenidas en Italia, los pisos de mosaico de cemento (baldosas) fueron confeccionados en los talleres de Bellucci un italiano que fabricaba con estilos bien elaborados imitando las alfombras de los palacios de la Europa clásica.





             
Desde 1920 siendo presidente de la República el general López Gutiérrez la sede del Ejecutivo fue el Palacio construido por el arquitecto Bressani. El general Vicente Tosta, el doctor Miguel Paz Barahona, el doctor Vicente Mejía Colindres, el doctor y general Tiburcio Carias Andino, el doctor Juan Manuel Gálvez, el perito mercantil Julio Lozano Díaz, el triunvirato militar de 1956, el doctor Ramón Villeda Morales, el general Oswaldo López Orellano, el doctor Ramón Ernesto Cruz, el general Juan Alberto Melgar, el triunvirato militar de 1978, el general Policarpo Paz García, el doctor Roberto Suazo Córdoba , el ingeniero José Simón Azcona Hoyo y los dos primeros años del licenciado Rafael Leonardo Callejas tuvieron como sede el Ejecutivo esta bellísima construcción que ahora está destinada como sede del Archivo Nacional de Honduras. Poco a poco y con el paso de los años la Casa Presidencial se fue haciendo insuficiente para albergar a las dependencias de la Presidencia de la República sumándose al deterioro de la edificación que contaba con unos 72 años de servicio.

Su remodelación y las reparaciones eran urgentes y muy costosas por lo que tenían que adoptarse a una decisión de efectuar las mismas o trasladarlas a un lugar que resultara funcional para el Poder Ejecutivo.

En 1992 el entonces Presidente, Rafael Leonardo Callejas, decidió efectuar el cambio del edificio adoptando por utilizar un inmueble construido en el Centro Cívico Gubernamental de Miraflores y que en su momento fue destinado para la Secretaría Técnica de Planificación Económica.

En 1992 el presidente Callejas efectúa el cambio de la sede del Poder Ejecutivo y se traslada al edificio ubicado en las cercanías de la colonia Miraflores. La nueva Casa Presidencial es más espaciosa, aunque con limitaciones estructurales. Los seis pisos del inmueble son acondicionados con nuevas oficinas para los designados presidenciales, asesores, la pagaduría, la oficina de Información y Prensa, la Secretaría Privada, cafetería, un salón de eventos especiales, la sala de Consejo de Ministros y otras dependencias presidenciales.

Al finalizar su período presidencial en 1994 el Presidente Callejas entregó las instalaciones al presidente Carlos Roberto Reina Idiáquez, quien la ocupó durante todo su termino constitucional que finalizó en enero de 1998, a pesar que las modificaciones que se hicieron al edificio, que originalmente estaba destinado para SECPLAN, no reunía las condiciones de funcionabilidad propias de un Palacio Presidencial.

 Considerando lo anterior, el Presidente electo en 1997, Carlos Roberto Flores, tuvo la idea de cambiar de sede a un lugar que ofrecía mejores condiciones y antes de su toma de posesión dio instrucciones entonces para iniciar los trabajos para trasladar la Casa de Gobierno al Palacio "José Cecilio del Valle", que servía hasta entonces como sede del Ministerio de Relaciones Exteriores.

miércoles, 6 de abril de 2016

La guerra de los curas



La guerra de los curas

La guerra de los curas fue un episodio histórico oscuro sucedido entre la política, el clero y la sociedad hondureña a mediados del siglo XIX.

Antecedentes
Desde que el Licenciado don Dionisio de Herrera asumió como primer Jefe de Estado de Honduras, encontró varios obstáculos por parte de la Iglesia, para poder efectuar una buena administración, su mayor oponente fue el Obispo fray José Nicolás Irías Midence Provisor de la Diócesis de Comayagua y quien se postulaba para ascender al solio arzobispal. Irías Midence, excomulgaría a Herrera y al no resultar electo Arzobispo, salió del territorio hondureño. El descontento se generalizaba en Honduras, entre los partidarios conservadores y los de ideologías neoliberales y clérigos.

Siendo Presidente de la Asamblea Legislativa el Presbítero Francisco Antonio Márquez, (hermano del General José Antonio Márquez) fue el encargado de introducir una ley con la cual la que reformaba las situaciones de jerarquía entre estado y la iglesia, suprimiéndose diezmos, se expropiaron terrenos que pasaron a ser para el estado, se aprobó la unión mediante un matrimonio civil y la educación pasaría a ser laica.

Habiéndose suscrito el “Tratado Lennox Wike-Cruz” en 1859 se concedió libertad de cultos en Las Islas de la Bahía, posteriormente declaradas parte del territorio hondureño junto con la Mosquitia mediante Decreto emitido el 22 de abril de 1861 y sucedida una guerra entre Gran Bretaña-Honduras. Este punto contradecía a lo expuesto en la Constitución de Honduras de 1848 en contra de que el catolicismo era la religión del estado. Por consiguiente, el Vicario del Obispado de Honduras, Miguel del Cid se manifestó su descontento viajo a la capital y solicitó a la Cámara de Diputados que se derogara dicho tratado, acto seguido se dirigió al Presidente del ejecutivo en 1859, con sendas protestas ante tal resolución.

El sacerdote de Yocón, Paulino Rodríguez, enviado por el Vicario Delcid, partió a Olancho, allá se unió al sastre manuel cerrato y a Tomás Arias, con el fin de sublevar a la gente contra el gobierno central, Rodríguez llevaba consigo un impreso que repartió entre los ciudadanos y que en una de sus partes manifestaba:

"Hondureños: traed a la vista los hechos, recordad las ideas que se dejo palpar el año de 1857 con la toma de los diezmos que a mano armada, diré así, fueron usurpados por él, y ¿quién era entonces el mandatario? ¿No es el mismo que hoy concede en el territorio de Honduras, libertad de cultos? ¿No es el mismo que ha hecho arrebatadamente sobre las posesiones y dominio de la Iglesia, como son los edificios destinados al servicio de ésta? Recordad la infausta muerte del celoso Obispo de esta Diócesis Dr. don Hipólito Casiano Flores (Q.E.P.D.) ¿Quién puso fin a sus preciosos días? ¿Quién término el celo y amor con que ilustre prelado nos apacentaba? ¿No es el mismo que con furia infernal persigue hoy al sucesor del finado Obispo, presa de este malvado, y al que le contesta con sólo injuriarle: recurso que apela el ignorante y criminal.1 "

La rebelión
Al año siguiente, 1860 el Vicario del Cid asentado en La Paz, convoco al pueblo en una “Pastoral contra el Gobierno hondureño” de sus retóricas se formularon cargos y delitos además de la proliferación de la francmasonería y la política, por los cuales alborotaba a la población, en fecha 26 de diciembre de 1860 el Vicario del Cid situado en San Antonio, excomulgo al presidente de turno General José Santos Guardiola acto que replico el gobierno en fecha 5 de enero de 1861 ordenando la expulsión del territorio nacional del Vicario Miguel del Cid, quedando como suplente Fray José Nicolás Irías Midence, que había regresado de su exilio. Del Cid, al saber de las órdenes gubernamentales procedió a mover a varios de sus allegados para realizar protestas y marchas en contra del gobierno, primeramente se organizaron en la ciudad de Nacaome, un buen grupo de civiles al mando del presbítero Yanuario Reyes quienes efectuaron movimientos hostiles, saqueo y vandalismo, que al querer ser desmontado por las fuerzas gubernamentales, los rebeldes se atrincheraron en la Iglesia de la localidad, ocasionando una pequeña batalla.

En el occidente de Honduras, el Presbítero Nicolás Madrid al mando de otro grupo tomo la ciudad de Gracias (Lempira).

En el sur oeste, en la ciudad de La Paz, el Presbítero Néstor Grau falló en su intento por invadir las ciudades de Santa Ana y Opatoro.

Por su parte, la ciudad de Choluteca cedió a las tropas organizadas al mando del Cura Ramón Villalobos y secundado por el Coronel Felipe Espinoza de nacionalidad salvadoreña.

En la localidad de La Virtud el encontronazo entre las fuerzas del pueblo y seguidamente las gubernamentales al mando del Coronel Venancio Pineda y de los invasores rebeldes al mando del cura Jerónimo Palma y el cura Lorenzo Hernández.

En la villa de Goascorán las fuerzas pacifistas al mando del Coronel Samuel Cáceres derrotaron a los rebeldes, pero estos se reorganizaron y marcharon hasta El Salvador donde recibieron apoyo del General salvadoreño Francisco Lope.

El 22 de junio de 1861 era designado como Obispo de Honduras a Fray Juan Félix de Jesús Zepeda y Zepeda, quien logró acabar con las violentas revueltas y apaciguar a la población.

Consecuencias
La Guerra de los Padres, concluyo cuando las tropas gubernamentales pusieron orden entre los rebeldes y el encarcelamiento de los cabecillas. Dejó dividida al pueblo hondureño entre la opinión popular y la política la cual repercutió en los planes administrativos del General Guardiola y de los gobiernos futuros.

No se sabe con exactitud el número de personas que fueron víctimas de este suceso.

En enero de 1861 Según Decreto gubernamental las propiedades del Vicario Miguel Delcid fueron confiscadas y rematadas, lo mismo se hizo con las propiedades del cura Néstor Graú (Grand).2
El 9 de julio de 1861 se firmó una “Acto de Concordato” con la Santa Sede entre el enviado por el gobierno de Honduras, a su embajador Carlos Gutiérrez y el Cardenal Giacomo Antonelli, Secretario de Estado y representante del papa Pio IX sobre los hechos sucedidos, asimismo a Guardiola se levantaría su excomunión. Quizás, por este hecho y el descontento de la población fuere asesinado el 11 de enero de 1862, por su propia guardia presidencial al mando del Mayor de plaza Pablo Agurcia.

Fuentes
1.      Un sacerdote de esta Diócesis. Impreso en Nicaragua por el Obispo Miguel Delcid, en 1860
2.      Pérez Chávez, Porfirio. Magnicidio hondureño, 2006. (Páginas 65 y 67)

Bibliografía
  • Becerra, Longino. “Evolución Histórica de Honduras”, Editorial Baktun, Tegucigalpa, Honduras, 2005. ISBN 99926-19-48-1, ISBN 978-99926-19-48-3.
  • Cronología histórica de Honduras [1]
  • Yankelevich, Pablo. "Textos de la historia de Centroamérica y el Caribe", Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Universidad de Guadalajara, México. Editorial Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1990; ISBN 968-6382-05-4, ISBN 978-968-6382-05-1.