miércoles, 14 de octubre de 2015

A 523 años de la empresa Colombina: 12 de octubre de 2015



12 de octubre de 2015: a 523 años de la empresa Colombina
Por  Esther Alexandra Garwer y
Rolando Zelaya y Ferrera

Entre los documentos expedidos por los Reyes Católicos el 30 de abril de 1492 podemos destacar una provisión dirigida a los vecinos de Palos de la Frontera, que les ordenaba servir con dos carabelas durante doce meses, en virtud de unas penas impuestas con autoridad.

El costo de la expedición fue estimado en 2.000.000 de maravedís, más el sueldo de Colón. En contra de la idea popular de que fue sufragado por «las joyas de Isabel la Católica, hemos de aclarar que la mitad de dicho dinero lo prestó el ya citado Luis de Santángel con fondos de la Santa Hermandad, la cuarta parte la aportó el mismo Colón -que a su vez los pidió prestados-, y la cantidad restante probablemente la derramaron banqueros y mercaderes italianos residentes en Andalucía.

La provisión del 30 de abril de 1492 fue leída el 23 de mayo de dicho año en la iglesia de San Jorge, en Palos, en lo que podemos considerar el principio de la cuenta atrás de la partida de la expedición; asimismo, Colón comunicó las órdenes reales que traía para las otras autoridades de los demás puertos del Atlántico andaluz, conminándoles a que le auxiliasen en cuanto fuera menester. Martín Alonso Pinzón tuvo una intervención tan decisiva tanto en la recluta de hombres como en la de barcos que Colón le prometió que partiría con él las ganancias de la expedición.

Si bien Colón mandó embargar unos barcos en Moguer, no los debió utilizar. Al parecer, fue Martín Alonso Pinzón quien contrató los barcos definitivos, pues él conocía bien las condiciones de los navíos de la región, y hasta es posible que los hubiera tenido a su servicio.
Como es conocido, la expedición partió con tres barcos, dos carabelas y una nao, sí, una nao, una flota de configuración similar a la utilizada por Bartolome Dias en 1487-1488.

La nao era La Gallega, rebautizada como la Santa María, propiedad de Juan de la Cosa, natural de Santoña, pero vecino del Puerto de Santa María. La carabela de menor tonelaje era la Santa Clara, rebautizada como La Niña, propiedad de Juan Niño, vecino de Moguer, y la pagaron los vecinos de Palos. La Pinta era de Cristóbal Quintero, vecino de Palos, y probablemente fue requisada, pues sabemos que su dueño iba en el viaje «de mala voluntad». Sobre las características técnicas de estos barcos, hemos de decir que hay estimaciones bastante divergentes, entre otras razones, porque a veces es difícil señalar las equivalencias entre las medidas antiguas y las actuales.

La Santa María tenía una eslora de 29 metros, tres palos, velamen redondo y un tonelaje que Morrison estimó en más de 100 tm. de arqueo -capacidad de carga de 100 toneles-, y que, en cambio, Molinari afirmó que era de 325 tm. Fue comandada directamente por Colón, su contramaestre fue Juan de la Cosa y los pilotos Sancho Luis de Gama y Bartolomé Roldán.

La Pinta tenía una eslora de 22 metros, tres palos, velamen redondo y la mitad de tonelaje que la Santa María, aproximadamente. Fue capitaneada por Martín Alonso Pinzón, el contramaestre fue su hermano Francisco Martín Pinzón y el piloto, Cristóbal García Sarmiento. La Niña tenía una eslora de 24 metros, desplazaba un tonelaje algo menor que el de La Pinta. Tenía tres palos con velas latinas, pero fueron cambiadas en la escala de Canarias por otras redondas. Fue mandada por Vicente Yáñez Pinzón, su contramaestre fue Juan Niño y el piloto, quizá, Pero Alonso Niño. En total, según las informaciones de Alicia Gould, partieron 87 tripulantes, cuya identificación es segura, y otros 9 marinos sobre los que se tienen dudas. No obstante, otros investigadores han elevado la cifra de expedicionarios hasta 120 hombres.

En su mayor parte, los tripulantes eran andaluces, de Palos y localidades vecinas, aunque había algunos vascos y hombres de otras procedencias. También resulta destacable que viajaron cuatro penados -un homicida y tres acusados de cohecho- porque su existencia, y con una generalización abusiva, ha hecho que algunos estudiosos digan que España, desde el primer viaje, envió a América a individuos marginales de su sociedad. Asimismo, podemos reseñar que la expedición contó con un médico, un cirujano, un escribano, un intérprete que conocía el árabe y el hebreo; y que, en cambio, no se embarcó ningún sacerdote, lo que ha dado lugar a toda una serie de disquisiciones sobre los objetivos del viaje y la mentalidad de Colón.