Carta de Bolívar al general Juan José Flores (1830)
Recopilado por: Rolando Zelaya y Ferrera.
Bolívar murió un 17 de diciembre de 1830, con la tristeza de que la propuesta de construcción de nación de los libertadores liberales
no pudo imponerse en ningún país de Hispanoamérica ante el poderío
económico de los colonialistas. Después de más de veinte años de lucha,
así como Morazán los denunció como los principales promotores del atraso
en su Manifiesto de David, también Bolívar en el ocaso de su carrera, a un mes ocho días de morir,
reflexiona sobre esta parte del mundo y lo que le espera a futuro de
seguir bajo el influjo de la burguesía colonialista:
Barranquilla, noviembre 9 de 1830
A S. E. el General J. J. Flores
A S. E. el General J. J. Flores
Mi querido General:
He recibido la apreciable carta de V. de Guayaquil, de 10 de
septiembre, que ha puesto en mis manos el comisionado de V., Urbina.
No puede V. imaginarse la sorpresa que he tenido al ver que V. se
sirve dirigir su atención y destinar expresamente un oficial para venir a
responderme y a darme noticia de lo que pasa en el Sur y pasa con V. No
esperé nunca que un simple particular fuese objeto de tanta solicitud y
benevolencia. V., al dar este paso, ha llenado la medida de su excesiva
bondad hacia mí. No puede V. hacer más por lo que hace a la amistad.
Con respecto a la patria, V. se conduce como un hombre de estado,
obrando siempre conforme a las ideas y a los deseos del pueblo que le ha
confiado su suerte. En esta parte cumple V. con los deberes de
magistrado y de ciudadano.
No contestaré la carta en cuestión, pues la gran carta la ha traído
el señor Urbina: este método es diplomático, prudente y lleva consigo el
carácter de la revolución, pues nunca sabemos en qué tiempo vivimos ni
con qué gentes; y una voz es muy flexible y se presta a todas las
modificaciones que se le quieran dar: esto es política. Urbina me
asegura que el deseo del Sur, de acuerdo con la instrucción que ha
traído, es terminante con respecto a la independencia de ese país.
Hágase la voluntad del Sur; y llene V. sus votos. Ese pueblo está en
posesión de la Soberanía y hará de ella un saco, o un sayo, si mejor le
parece. En esto no hay nada determinado aún, porque los pueblos son como
los niños que luego tiran aquello por que han llorado. Ni V. ni yo, ni
nadie sabe la voluntad pública. Mañana se matan unos a otros, se dividen
y se dejan caer en manos de los más fuertes o más feroces. Esté V.
cierto, mi querido General, que V. y esos Jefes del Norte van a ser
echados de ese país, a menos que se vuelva V. un Francia, aunque esto no
basta porque V. sabe que todos los revolucionarios de Francia murieron
en medio de la matanza de sus enemigos y que muy pocos son los monstruos
de esta especie que hayan escapado del puñal o del suplicio. Diré a Vd.
de paso y a propósito. Me ha dicho este joven, porque se lo he
preguntado, que los grandes destinos del Sur están en manos de los Jefes
del Norte. Esto era odioso aun antes de la revolución última, con
cuánta más razón no lo llamarán tiránico Desde aquí estoy oyendo a esos
ciudadanos que todavía son colonos y pupilos de los forasteros: unos son
venezolanos, otros granadinos, otros ingleses, otros peruanos, y quién
sabe de qué otras tierras los habrá también.
Y después ¡qué hombres! Unos orgullosos, otros déspotas y no falta
quien sea también ladrón; todos ignorantes, sin capacidad alguna para
administrar. Sí, señor, se lo digo a y. porque lo amo y no quiero que
sea V. víctima de esa parcialidad. Advertiré a V. que Rocafuerte ha
debido partir para ese país y que este hombre lleva las ideas más
siniestras contra V. y contra todos mis amigos. Es capaz de todo y tiene
los medios para ello. Es tan ideático que habiendo sido el mejor amigo
mío en nuestra tierna juventud y habiéndome admirado hasta que entré en
Guayaquil, se ha hecho furioso enemigo mío por los mismos delitos que V.
ha cometido. Haberle hecho guerra a La Mar y no ser de Guayaquil, con
las demás añadiduras de opiniones y otras cosas. Es el federalista más
rabioso que se conoce en el mundo, antimilitar encarnizado y algo de
mato. Si ese caballero pone los pies en Guayaquil tendrá V. mucho que
sufrir y lo demás, Dios lo sabe. Vendrá La Mar, Olmedo lo idolatra y no
ama más que a él. Espere V. pues las consecuencias de estos
antecedentes. V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado
más que pocos resultados ciertos.
La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una
revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en
América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la
multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi
imperceptibles, de todos colores y razas. 5°. Devorados por todos los
crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán
conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al
caos- primitivo, este sería el último período de la América.
La primera revolución francesa hizo degollar las Antillas y la
segunda causará el mismo efecto en este vasto Continente. La súbita
reacción de la ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos
faltaban o más bien los va a completar. V. verá que todo el mundo va a
entregarse al torrente de la demagogia y ¡desgraciados de los pueblos! ¡
y desgraciados de los gobiernos!
Mi consejo a V. como amigo es que en cuanto V. se vea próximo a
declinar, se precipite V. mismo y deje el puesto con honor y
espontáneamente: nadie se muere de hambre en tierra.
Hablaré a V. de Colombia menos extensamente. Este país ha sufrido una
Gran Revolución, y marcha sobre un terreno volcánico: como una
revolución trae mil y las primeras no se habían apaciguado, la historia
de la Ladera está produciendo todavía sus efectos; por supuesto, el Sur
del Cauca está en campaña con todas las furias infernales. Río Hacha se
levantó, se tomó la ciudad por las tropas del Gobierno, pero los
bandidos, acaudillados por Carujo, están infestando el país y hacen
daño. El asesino de Carvajal, Moreno, no ha reconocido al Gobierno y
distrae con esto a algunos documentos del Gobierno.
En el Socorro hubo diferencias entre la ciudad de Vélez y su capital,
con este motivo se han roto allí las cabezas. Todo el pueblo, la
iglesia y el ejército, son afectos al nuevo orden de cosas, no faltan
sin embargo asesinos, traidores, facciosos y descontentos; cuyo número
puede subir a algunos centenares. Desgraciadamente, entre nosotros no
pueden nada las masas, algunos ánimos fuertes lo hacen todo y la
multitud sigue la audacia sin examinar la justicia o el crimen de los
caudillos, mas los abandonan luego al punto que otros más aleves los
sorprenden. Esta es la opinión pública y la fuerza nacional de nuestra
América.
La Administración de Bogotá, presidida por Urdaneta, se conduce con
bastante energía y no poca actividad: hay quien quiera más. de la
primera, mas ahí está la Constitución, responde Urdaneta. Sin embargo,
no dejan de darle sus golpes a menudo, pero con modo, como decía
Arismendi. El nuevo General Jiménez ha marchado ya para el Sur con mil
quinientos hombres a proteger el Cauca contra los asesinos de la más
ilustre víctima: añadiré, como Catón, el anciano: este es mi parecer y
el de que se destruya Cartago. Entienda V. por Cartago la guarida de los
monstruos del Cauca. Venguemos a Sucre y vénguese V. de esos que [una
gran mancha, al parecer de tinta, impide leer la continuación, por
espacio de unas treinta o treinta y cinco letras] vénguese en fin a
Colombia que poseía a Sucre, al mundo que lo admiraba, a la gloria del
ejército y a la santa humanidad impíamente ultrajada en el más inocente
de los hombres. Si V. es insensible a este clamor de todo lo que es
visible y de todo lo que no es, ha debido V. cambiar mucho de
naturaleza.
Los más célebres liberales de Europa han publicado y escrito aquí,
que la muerte de Sucre es la mancha más negra y más indeleble de la
historia del nuevo mundo y que en el antiguo ‘no había sucedido una cosa
semejante en muchos siglos atrás. Toca a V., pues, lavar esta mancha
execrable, porque en Pasto encontrará V. la absolución de Colombia y
hasta allí no podrá penetrar Jiménez. Los amigos del Norte no exigen a
los del Sur sino este sacrificio, o más bien los empeñan a que alcancen
este timbre. Hablaré a V., al fin, de mí: he sido nombrado Presidente
por toda Nueva Granada, mas no por la guarida de asesinos de Casanare y
Popayán; y mientras tanto Urdaneta está desempeñando el Poder Ejecutivo
con los Ministros de su elección.
Yo no he aceptado este cargo revolucionario porque la elección no es
legítima; luego me he enfermado por lo que no he podido servir ni aun de
súbdito. En tanto que todo esto pasa así, las elecciones se están
verificando conforme a la ley, aunque fuera de tiempo, en algunas
partes. Aseguran que tendré muchos votos y puede ser que sea el que
saque más y entonces veremos el resultado. V. puede considerar si un
hombre que ha sacado de la revolución las anteriores conclusiones por
todo fruto tendrá ganas de ahogarse nuevamente después de haber salido
del vientre de la ballena: esto es claro.
Mi carta ya es bastante larga en comparación de la de V.; por
consiguiente es tiempo de acabar y lo haré rogando a V. que rompa esta
carta luego que la haya leído, pues sólo por la salud de V. la hubiera
escrito temiendo siempre que pueda dar en manos de nuestros enemigos y
la publiquen con horribles comentarios. Acepte V. mientras tanto la
seguridad de mi amistad y aún más de mi gratitud por sus antiguas
bondades y fidelidad hacia mí y reciba V. por último mi corazón.
Nota: Lo resaltado se ha hecho así para indicar al lector partes importantes el documento; no están así en el original.
FUENTES:
1.- Wikisource:Páginas con posible copyright; Escritos de Simón Bolívar; El texto está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución/Compartir-Igual 3.0.
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