Tegucigalpa,
víctima de un proceso de destrucción y síntoma de una debilitación de la
Identidad Nacional.
Por Esther
Alexandra Garwer y Rolando Zelaya y Ferrera.
Según,
Jurgüen Habermas:
“En la historiografía, una ruptura en
la tradición, por la cual los sistemas interpretativos que garantizan identidad
pierden su poder social integrativo, sirve como un indicador del colapso de los
sistemas. Desde ésta perspectiva, un sistema social ha perdido su identidad tan
pronto como generaciones posteriores no aceptan reconocerse a sí mismas dentro
de una tradición constitutiva única(1)”
En los últimos cincuenta años, la
ciudad de Tegucigalpa ha estado siendo sometida a un proceso de destrucción
física, y, en los últimos años a un proceso de destrucción política, al
intentar desvalorizarla como una ciudad digna de ser el centro político; de
esta manera ha sufrido atentados que van desde el cierre del aeropuerto hasta
la destrucción de su casco histórico por políticos de turno.
Pese a la declaratoria de casco histórico, la ciudad de
Tegucigalpa ha sufrido la destrucción de sus edificios, monumentos y calles
emblemáticas, convirtiéndose en una víctima estigmatizada de forma conveniente
por aquellos quienes provenientes de sus lugares de origen encontraron no sólo
el albergue sino la oportunidad de conquistar sus aspiraciones sociales,
económicas y políticas; tal ingratitud y desinterés por conservar y realzar el
espacio que ellos mismos vinieron a ocupar para dirigir el destino de la nación
y todos sus habitantes se manifiesta aún y cuando como sede generosa que
alberga el poder político de la nación, los diversos servidores públicos tanto del
gobierno central como el poder legislativo, ni siquiera se han interesado por cuidar,
restaurar y atesorar los edificios públicos tal y como lo muestra el edificio
del Congreso Nacional, seriamente deteriorado y pintado de colores por
manifestantes, lo que no parece molestar a ninguno de los diputados. Irónica e
indignantemente, los intereses políticos y económicos atacan la ciudad de
manera cada vez más fuerte, siendo notorio para los ciudadanos nacidos en la hoy
Capital de la República de Honduras, como la mayor parte de los candidatos
políticos han levantado en ocasiones de forma encubierta y otras descarada, la
bandera de trasladar la misma a la ciudad de San Pedro Sula, sede del poder
económico de extranjeros hondureñizados al que estamos sometidos actualmente.
Años atrás vimos <<como testigos presenciales>> el
insistente interés por el cierre del aeropuerto internacional “Toncontín MHTGU”
y recientemente la insolencia por trasladar el mismo a la base área “Soto Cano”
popularmente conocida como Palmerola, basada en argumentos incongruentes
cargados de muchas falsedades, que no forman parte de la política aeronáutica
internacional de quienes hasta hoy no existe un dictamen negativo. En éste
sentido, Toncontín y los Llanos del Potrero son el emblema del surgimiento no
sólo del progreso del país, sino que además, de la aviación tanto militar como
civil en Honduras desde 1921, no es cualquier aeropuerto, es el primer
aeropuerto formal del país y no un simple campo aprovechado como algunos han
querido hacer ver. Otra estupidez que lo amenaza es el convertirlo en parada de
buses, insistiendo en que lo más importante es dejar a Tegucigalpa sin
aeropuerto. Por otra parte, observamos con suma desolación el abandono del
antiguo edificio de la Compañía de Agua y Luz, con un valor histórico implícito
en sí mismo el cual pese a tener un mural del connotado artista Arturo López
Rodezno, yace en el olvido, por años no ha sido intervenido en espera de que
caiga por sí solo y así poder construir algo lucrativo no sabemos en beneficio
de quien. Las distintivas calles adoquinadas al estilo europeo en la ciudad de
Tegucigalpa están en absoluto abandono; el centro de la ciudad congestionado por
el caos ocasionado tanto por los vetustos buses, la descontrolada y excesiva
ubicación de los vendedores en calles y aceras, así como la presencia de ladrones
hace imposible un tránsito seguro por la misma, aunado a lo anterior, el
fenómeno visible de muchos comercios que cierran sus actividades por la
extorsión han incrementado el número de edificios en abandono. En este
ambiente, aún el arte nacional está amenazado: no olvidemos el intento del
pseudogobierno del humanismo cristiano, de cerrar la Galería Nacional de Arte,
misma que fue defendida a capa y espada por los estudiantes de la ignorada
Escuela Nacional de Bellas Artes.
Por si fuera poco, los injustificables abusos contra las
ciudades de Tegucigalpa y Comayagüela continúan, irresponsablemente se habla
hoy por hoy de tres temas: el primero, la venta del histórico edificio del
Banco Central de Honduras, construido en la década de los 50´s con un estilo
arquitectónico propio de su época. Cómo patrimonio del país se debería pensar
sensatamente en cederlo a otra institución del Estado que pueda aprovechar la
instalación; el segundo, el cierre del invaluable Museo de las Comunicaciones
de Hondutel, debido a que existe una destructiva iniciativa que amenaza al
Palacio de las Comunicaciones Eléctricas en convertirlo en un centro comercial
y que su colección museográfica sea entregada arbitrariamente a un museo
privado. Tercero, la retrógrada demolición del legendario “Estadio Nacional”,
ahora llamado Tiburcio Carías Andino, para “descongestionar” el tránsito de la
ciudad, aunque en realidad su fin responde a monopólicos intereses económicos
que desde hace años, están forzando a que toda la actividad deportiva
importante se lleve a cabo en el rentable “Olímpico” de la ciudad de San Pedro
Sula, el cual reporta sustanciales beneficios monetarios en función de la
cantidad de aficionados que asisten al mismo, superando tanto en número como
cantidad la rentabilidad del Estadio Nacional de Tegucigalpa. ¿Hasta cuándo los
habitantes de Tegucigalpa y Comayagüela, seguiremos permitiendo no sólo el
deterioro, destrucción y abandono de las ciudades, sino también la constante
crítica destructiva, malsana y poco constructiva que tiende a reemplazar y
degradar todo lo valioso por elefantes blancos como el Trans450?
BIBLIOGRAFÍA
1. Habermas, J., “On
Social Identity”, Telos, 19, Spring 1974, p91.
2. http://www.historiadehonduras.hn/
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