jueves, 27 de diciembre de 2012

¡CRÉALO, VIVIMOS 100 HORAS DE GUERRA EN 1969!

Dominicales  10 julio, 2011
Por: Rolando Zelaya y Ferrera
 
¿Por qué razón ocurrió esta guerra, ahora negada? ¿Que eventos se sumaron para que dos países con una herencia común se enfrascaran en una guerra que no podían sostener?

¡UN MAL NOMBRE! El término, Guerra del Fútbol fue acuñado por el reportero polaco Ryszard Kapuscinski, como producto de la noción equivocada de que ambas naciones se habían enfrentado militarmente después de que sus equipos nacionales de fútbol disputaran una serie de partidos. También se ha dicho que la invasión salvadoreña a Honduras era el producto de una explosión demográfica insostenible que ahogaba al más pequeño de los países centroamericanos. Ambas nociones son falsas, la guerra terminó enfrentándolos debido a razones seria y básicamente económicas. Por increíble que parezca, casi todas las operaciones militares relacionadas con la Guerra de las 100 Horas son objeto de argumentos interminables, el conflicto hasta hoy todavía genera largas y acaloradas discusiones y ello debido a que, para los historiadores que pretenden estudiar el conflicto, las fuentes tradicionales de información en estos casos -La Prensa Local- no pueden tomarse en consideración porque ambas tanto en Honduras como en El Salvador, actuaban como medios de propaganda.

ORÍGENES DEL CONFLICTO: Los orígenes de este conflicto, se encuentran a principios del siglo 20, cuando las compañías americanas United Fruit y su rival la Standard Fruit Company, operaban en la región, y más específicamente en Honduras. Ambas compañías transnacionales se dedicaron a la plantación y cosecha de bananos, usando para este propósito las grandes áreas de tierra fértil que podrían encontrarse en Honduras. Con el paso del tiempo se hizo necesario importar obreros extranjeros, ya que los hondureños involucrados en estas actividades se volvieron insuficientes en número. Para ese propósito, se contrataron los servicios de campesinos salvadoreños que vivían en la región fronteriza; regiones mal definidas objeto de interminables demandas territoriales por ambos países.  Conocedores de las oportunidades de trabajo en Honduras, la inmigración campesina salvadoreña aumentó y continuó aumentando durante los años siguientes. El gobierno hondureño miró con buenos ojos la presencia de los campesinos y en general toleró su falta de estatuto legal, debido a que este no era un requisito para volverse ciudadanos hondureños.  A finales de la década de los años sesenta, había casi 300,000 salvadoreños viviendo en tierras hondureñas.

El (en ese entonces) Capitán Jose Matías Hernández (con las granadas colgando) coordinando las acciones de los Reservistas Combatientes Voluntarios más conocidos como la Brigada del Diablo, en el Peñon de San Rafael de las Mataras. (Foto colección Matías Hernández)

Por otra parte, las naciones centroamericanas estaban buscando la liberalización del comercio de la región, enmarcado en un Mercado Común Centroamericano (Mercomún) el cual fue establecido precisamente en 1960. Sin embargo poco después de su creación, se hizo evidente que el país más beneficiado con el tratado sería El Salvador, ya que sus exportaciones aumentarían en seis veces, mientras que aquéllas de Honduras, el país más afectado, sólo crecerían en un 50% y por lo tanto, quedaría relegado a la categoría de nación satélite. Esto   provocó que empezara a crecer el resentimiento entre los sectores económicos hondureños y disparó la denuncia hondureña de que los acuerdos comerciales firmados entre los dos países, servían para que sus colegas salvadoreños se hicieran ricos a sus expensas. Para empeorar las cosas, los cambios políticos en Honduras terminarían trayendo un considerable enfriamiento a las relaciones con El Salvador, y esto tendría que ver directamente con el tratamiento de los hondureños hacia los campesinos salvadoreños viviendo en su país, volviéndose más y más hostil.

¡HONDURAS VÁLVULA DE ESCAPE PARA LOS PROBLEMAS AGRARIOS SALVADOREÑOS! El retorno de los campesinos a El Salvador trajo rápidamente una serie de problemas para este país, ya que todos retornaban como desempleados, los cuales  necesitaban comida, ropa y algún tipo de abrigo, todo esto en medio de una crisis económica que ni incluso las ventajas obtenidas a través del Mercomún habían podido aliviar. El Salvador, dominado por catorce familias, no había logrado estructurar un plan agrario que incluyera a todos en un territorio tan pequeño por lo que la mayoría emigraba a Honduras en busca de trabajo, desplazando al campesino local al percibir salarios más bajos. Hacendados hondureños quienes en gran medida influían la escena política, comenzaron a sentirse dañados por la presencia de campesinos salvadoreños, argumentando que esta situación a la larga, sólo beneficiaba al país vecino por lo que presionaron al gobierno, exigiendo la expulsión de los salvadoreños que no habían querido obtener la nacionalidad hondureña. En medio de estos actos, los dos gobiernos comenzaron negociaciones encaminadas a resolver el problema, y firmaron tres acuerdos de inmigración, el primero de ellos en 1962 seguido por otro en 1965, y el último en 1968. La situación se empeoró cuando un golpe de estado puso en la presidencia al General hondureño Oswaldo López Arellano quien tenía un punto de vista muy diferente al de su antecesor con respecto a la situación de los inmigrantes.   El número de salvadoreños expulsados aumentó. La gota que derramo el vaso tendría lugar en junio de 1969, cuando el Gobierno hondureño instituyó una Reforma Agraria que no tomo en consideración a los campesinos salvadoreños, y para hacer las cosas peores, tomó sus tierras para dárselas a los campesinos hondureños.

LA PESTE DEL FÚTBOL UTILIZADA PARA MALOS FINES.- Con este delicado trasfondo político, estaban empezando las rondas eliminatorias para la Copa Mundial  de Fútbol Jules Rimet a celebrarse en México el próximo año (1970), y durante éstas, los equipos nacionales de El Salvador y Honduras se enfrentarían para obtener su clasificación. El primer juego tuvo lugar en Tegucigalpa, Honduras, y fue ganado por el equipo local. A pesar de la victoria a favor de Honduras, hubo peleas entre los fanáticos de cada país, resultando lesionados aquellos que se vieron involucrados. El segundo juego tuvo lugar en San Salvador, y fue ganado por el equipo salvadoreño. Sin embargo, durante las horas anteriores al juego, los aficionados locales habían hecho sus mejores esfuerzos para hostigar a los jugadores hondureños, demostrando una conducta claramente hostil. Durante el juego, los aficionados hondureños también se volverían víctimas de agresiones lo que terminó en fuertes luchas callejeras. Mientras esto estaba teniendo lugar, hubo también problemas en Honduras, ya que algunas casas y negocios pertenecientes a salvadoreños, eran incendiados, mientras sus dueños eran objeto de humillación y ataques por la chusma.  Después de que el juego termino, la violencia contra los inmigrantes salvadoreños en Honduras aumentó, causando fuertes protestas del gobierno salvadoreño. Finalmente, el 27 de junio de 1969, se agravaron las relaciones diplomáticas entre los dos países, mientras al mismo tiempo, grandes números de inmigrantes salvadoreños retornaban a El Salvador después de ser expulsados de Honduras. Al día siguiente de la ruptura de relaciones diplomáticas, los equipos de fútbol de ambos países se enfrentarían de nuevo. Este juego tendría lugar en México, D.F., y sería el juego definitivo para la clasificación a la Copa Mundial. Poco después que el juego termino, y que fue ganado por el equipo salvadoreño, la chusma se desenfreno de nuevo en Honduras, atacando casas y negocios salvadoreños, y dejando como resultado, varias personas heridas.

La refinería de Cutuco arde tras el bombardeo hondureño. La guerra se detendría en parte por escasez de combustible pero principalmente porque ambas naciones no tenían municiones para continuar. (Foto Colección Historia de Honduras)

¡LA GUERRA DE LAS 100 HORAS! Desde 1962 El Salvador creó el llamado Plan Gerardo Barrios para la invasión a Honduras y obtener territorio y una salida al Atlántico con el mejor puerto de Centroamérica a su disposición. Desde ese año, diversas escaladas militares en el territorio hondureño sucedían, en las cuáles se secuestraba a ciudadanos hondureños y se exigía pago al gobierno hondureño por devolverlos a su país bajo la sentencia de que “habían sido encontrados indocumentados en El Salvador, logrando con esto que la frontera entre los dos países se volviera tierra de nadie. El Alto Mando salvadoreño había seleccionado como “Día D” de la campaña contra Honduras, el 14 de julio de 1969. La guerra solo duró 4 días; 100 horas; de allí su verdadero nombre histórico, LA GUERRA DE LAS CIEN HORAS. Se detuvo por un cese al fuego ordenado por la OEA el 18 de Julio y que El Salvador respetó hasta el día 20 por lo cuál se le declaró país agresor por parte de ese organismo internacional; también terminó porque ambos países ya no tenían municiones. Todo se normalizó y cada quién volvió a su vida cotidiana.

¿QUÉ CONSECUENCIAS TUVO? La muerte de aproximadamente de entre 4.000 o 6.000 civiles, y más de 15.000 heridos dependiendo de la fuente investigada; la finalización del esfuerzo de integración regional conocido como Mercado Común Centroamericano (MCCA) diseñado por EE. UU., como una contraparte económica regional para contrarrestar los efectos de la Revolución Socialista en Cuba; el refuerzo del papel político de los militares en ambos países; el agravamiento de la situación social en El Salvador, producto de las deportaciones desde Honduras, ya que el gobierno tuvo que facilitar a estas personas la reinserción económica, que no se logró satisfacer adecuadamente y aumentó la presión social que derivó en la guerra civil que viviría el país centroamericano. En Honduras, el recrudecimiento de la lucha campesina por la implementación de la Reforma Agraria y por ende la represión a los grupos obreros y campesinos, sentando las bases para lo que ocurriría en los años ochenta con los desaparecidos. Por último, el aumento en el territorio hondureño y la consecuente disminución territorial para El Salvador, por Sentencia de la Corte de Justicia de la Haya quién fijo la frontera entre ambos países. Fue una guerra que ninguno de los pueblos ganó, solamente ganaron sus oligarquías: la guerra es buen negocio.
¡HONOR Y RESPETO A NUESTROS VETERANOS DE GUERRA!

BREVE PRONUNCIAMIENTO
Por: Esther Alexandra Garwer


 

“La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran” Paul Valéry  (1871-1945) Escritor francés.

En una verdad irrevocable la certeza de lo escrito por Paul Valéry sobre la guerra, vemos cómo Honduras no ha sido la excepción en éste tipo de estrategias postuladas por grandes y poderosos intereses de nuestra clase política, gobernante y comercial (fuerza económica) que la han utilizado deshumanizadamente con el único fin de mantener el control y el status quo cimentado en el dominio reprochable e indignante de éste determinado y conocido grupo social que, en su personalismo, mezquindad y menosprecio por ésta nación, actúa ignorando muy apropiadamente, principios, moral, ética, valor de la vida, y temor de Dios, en perjuicio del bien de la mayoría así como del debido crecimiento y desarrollo de éste país. No obstante, siendo la historia un arma testifical y fiel para el pueblo, de ésta triste realidad, vemos entre tantos acontecimientos históricos dignos de estudiar, como LA GUERRA DE LAS 100 HORAS, ES LA GUERRA MÁS INTENSA QUE HA TENIDO ÉSTE PAÍS CON OTRA NACIÓN CENTROAMERICANA, y uno de los ejemplos más claros de utilidad y ganancia para aquellos “…que sí se conocen pero que no se masacran”.

¿DONDE SE ENCUENTRA LA APROBACIÓN PARA INCURSIONAR EN UNA GUERRA? Cuando estudiamos el comportamiento de la humanidad a lo largo de la historia universal nos damos cuenta que, las civilizaciones antiguas fueron creadas en función de la guerra y se puede decir que la guerra es a la vez la causa y el resultado del Estado. Su presencia masiva, racionalizada y crónica ha progresado al mismo tiempo que la civilización se ha extendido y profundizado. Esto, desde que la guerra fue instituida por primera vez, enraizada en el ritual y encontrando tierra abonada en la domesticación. Puede decirse que la cultura engendra la guerra, a pesar de las declaraciones contrarias. Después de todo, el carácter impersonal de la civilización se desarrolla con el surgimiento de lo simbólico, siendo los símbolos (por ejemplo las banderas nacionales) los que permiten a nuestra especie deshumanizar a nuestros semejantes, lo cual autoriza la carnicería sistemática ínter especifica. Esto explica porque la civilización siempre ha tenido un interés en mantener estos temas cautivos haciendo pasar por necesaria una fuerza armada oficial. Es una proclama ideológica importantísima del monopolio estatal sobre la violencia.

Hondureños atacados por salvadoreños en el Estadio Flor Blanca de el Salvador (Foto Colección Prensa Gráfica el Salvador)

EL COSTO DE LAS GUERRAS.- Dejando de un poco de lado lo irreparable como las bajas que se dan en ambos lados confrontados, los heridos, incapacitados, discapacitados y cientos de miles de familias que guardarán por siempre ése rencor por los bandos opuestos ante la perdida de sus seres amados caídos en esas guerras; la historia nos dice que grupos de presión oportunistas explotan las guerras, las depresiones económicas y otras crisis. Se aprueban más leyes y se cumplen menos, se crean ministerios, se expanden presupuestos, se imponen nuevos tributos y la inflación eventualmente se dispara. En la mayoría de los casos, lo que fue anunciado como “temporal” se convierte en permanente. Los costos de la guerra son siempre los mismos: un Estado más obeso y entremetido y, sí, también más inflación. Los precios de los metales preciosos y otros productos básicos, un indicador tempranero de la inflación, ya están en una fase de alzada. Como dijo Sigmund Freud en 1915, “las guerras nos despojan de las últimas capas de civilización para dejar al desnudo el hombre primario que hay en nosotros”. Los gobiernos pueden ser representativos, pero ellos y los ciudadanos no son lo mismo. En medio de nuestra decepción, es esencial que lo recordemos.

REFLEXIÓN.- La guerra degrada y envilece nuestra inteligencia, mofándose de cuanto llamamos civilización, cultura y libertad. Si bien es verdad que nos hallamos sumidos en una espiral de violencia, represión y desesperación que tardaremos años en desenredar y desentrañar, nuestra única esperanza se cifra en afrontar con toda honradez y rectitud lo que nosotros mismos hemos provocado. Y no únicamente nosotros. Si queremos garantizar lo que denominamos civilización, debemos conservar nuestra propia postura crítica frente a la violencia, debemos mitigar el ineludible legado de indignación presa del sentimiento de injusticia y opresión, atribuibles a un intercambio claro y evidente de violencia recíproca. Estos candentes sentimientos lo experimentan numerosos jóvenes al acceder a la adultez, presas de la evidente e inequívoca incomodidad e inconformidad en una mal educada sociedad de consumo y falta de temor a Dios que ha trocado sus ideales morales y espirituales por otros placeres y satisfacciones que deseamos exportar -disfrazándola de libertad y democracia- es ese mismo consumismo, y sus consecuencias -adicciones, alienación, atomización o desintegración social- que repercuten en forma directa e indirecta en terribles actos de violencia visibles en nuestras propias colonias y barrios, y que además fomentamos con la plácida noción de la guerra virtual que primorosamente hemos concebido a fin de vencer el pensamiento de la muerte. Las guerras virtuales son conflictos en los que uno puede matar a otros sin necesidad ni de presenciar sus muertes ni de asumir responsabilidad alguna por ellas. Es como si creyéramos que apretando un botón y liquidando gente muy alejada de nosotros no experimentaremos sentimiento alguno de culpa o aflicción… en lo que a nosotros concierne. Y si nos detenemos en el caso de los niños y jóvenes que están siendo corrompidos por los videojuegos -imitar la violencia les inmuniza contra la realidad de la violencia auténtica- se trata ciertamente de una situación peligrosa, más peligrosa para los adultos que para los niños, extremadamente sensibles a la violencia con la que conviven a diario. La guerra virtual es una fantasía de matanzas sin sangre y, en consecuencia, sin responsabilidad, pesar o aflicción. La única salida es condenar toda violencia. La historia del siglo XX nos ha enseñado al menos que tales actos de violencia a gran escala engendran más violencia, y que las consecuencias de tales actos son siempre impredecibles y quienes lo pagan son los inocentes.

Veteranos de Guerra haciendo acto de presencia en una manifestación pública. (Foto La Tribuna)

BIBLIOGRAFÍA
Citas y Proverbios, tal y como aparece en su versión electrónica: http://www.citasyproverbios.com/
Zerzan Jhon, Sobre los orígenes de la guerra, Green anarchy #21 autumn /winter 2005-2006 por libertad de la web anarca http://endehors.org, retraducido al castellano por llavors d’anarquia…. Primavera de 2006.
H. Hanke, Steve, artículo publicado originalmente en la revista Forbes el 8 de diciembre del 2003, traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.
Kureishi, Hanif, “Las consecuencias de la guerra”, 2005, la vanguardia digital, España.


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