jueves, 27 de diciembre de 2012

Tegucigalpa: ciudad para todos bajo responsabilidad de nadie

Dominicales  19 junio, 2011


Por: Rolando Zelaya y Ferrera
 
Poblada en sus inicios por migrantes de la ciudad de Comayagua que con el descubrimiento de vetas de plata, encontraron la oportunidad que se les negó en la antigua capital, Tegucigalpa ha ido acogiendo a cada vez más personas nacidas fuera de su jurisdicción, brindándoles oportunidades que jamás hubieran tenido en sus lugares de origen.

Para algunos es como un nacimiento perfectamente construido al pie de la montaña, para otros (la mayoría) es una pesadilla que debe vivirse a diario. La estrechez de sus calles, el tráfico desordenado y la cantidad de personas que trasiegan a diario en cualquier tipo de transporte convierten la ciudad en una verdadera batalla contra el tiempo. El llamado Distrito Central es la ciudad capital de Honduras, aunque no es otra cosa más que la relación política de dos ciudades que han crecido juntas en los últimos años llegando a formar  la ciudad más grande del país. Una es Tegucigalpa, ubicada al pie del cerro El Picacho (1240 m.) en una cuenca formada por el río Grande o Choluteca, a unos 990 metros sobre el nivel del mar.

La otra es Comayagüela, recién poblada urbanísticamente en la primera mitad del siglo XIX y sede en tiempos coloniales de la reducción de indios de Comayagua. Mientras Tegucigalpa se encuentra a la margen derecha del río Grande o Choluteca, Comayagüela está en el sector occidental de la ciudad; precisamente por su orientación hacia Comayagua, durante la colonia la reducción estuvo adscrita al Curato de Comayagua y de allí el nombre despectivo de “La Comayagüela de los Indios”. Sede constitucional del Gobierno de la República de Honduras, su población estimada para el 2006 fue de 1.250.000 habitantes. Los rubros industriales más importantes de la ciudad son el comercio, construcción, servicios, textil, el azúcar y el tabaco. Estos rubros han atraído desde los años sesenta a una infinidad de personas de diferentes puntos del interior del país, tal como pasó hace más de quinientos años atrás.

La cultura traída a la capital no siempre es la más adecuada para la convivencia, lo que crea grandes problemas por resolver. El público considera que solo las autoridades tienen la obligación de resolver problemas, y así justificar la ausencia de un ciudadano proactivo por su comunidad.

El dato histórico más antiguo sobre Tegucigalpa, es el documento redactado por Don Pedro de Alvarado al hacer el repartimiento de la Villa de San Pedro de Puerto Caballos en 1536, donde aparece el nombre de Tegucigalpa; aunque el primer documento más fiable sobre su existencia es una carta informe de Alonso de Cáceres en donde refiere los hechos que lo llevan a conocer el valle de Olancho y funda la Villa de San Jorge de Olancho. Don Alonso de Cáceres informa al Adelantado de Yucatán Francisco de Montejo  “que tanto cuando iba como cuando venía de fundar la dicha Villa pasó por un pueblo de indios que llaman Tegucigalpa y que está en un cruce de caminos que conectan el centro con el oriente”. Esta carta informe está fechada en el Año de nuestro Señor de 1546, aunque a juicio del historiador Mario Felipe Martínez es curioso que dicha población no se mencione en otros documentos de la época, en especial los testamentos de varios españoles ya afincados en el territorio.

Por la misma época, Santa María de la Nueva Valladolid de Comayagua era el centro político mas importante allende a la Capitanía General de Reyno de Guatemala. Sede de la gobernación de Honduras y de su obispado, desde su fundación por Alonso de Cáceres, pronto se organizó y desarrolló como ciudad. Situada en un punto estratégico en el centro de Honduras, fue el principal polo del tráfico de imaginería hacia las Américas, y a la vez, el corazón político-económico de la provincia. Pese a su desarrollo, el carácter de la sociedad colonial impide la movilidad social de nuevos miembros que, ante la ausencia de un título nobiliario, son vistos de menos pese a ser mas adinerados en algunos casos, que los mismos oficiales españoles. La sociedad de Comayagua es una sociedad que practica muy bien las diferencias sociales y las hace sentir.

Cuando en los años 1558 a 1560 se habla de descubrimientos de vetas de plata en Guasucarán, más al sur de la ciudad, muchos emigran a trabajar como operarios o mano de obra en las nuevas minas. Junto con ellos la inversión de aquellos que, aunque no pueden trabajar en el laboreo de minas, si pueden hacerlo en labores afines: ganadería, comercio, administración, ropa, calzado, diversos servicios. Muchos de ellos, con facilidades económicas compran tierras en la nueva ciudad y comienzan a erigirse como la nueva élite de esa pequeña población. Así, en el corazón de Honduras, rodeada de altos picachos y unida por caminos de herradura con la principales ciudad del país, Comayagua, recostada sobre el cerro Sapusuca, hoy llamado El Picacho, se levantó la bella y acogedora ciudad de Tegucigalpa, posteriormente capital de la República, bautizada inicialmente por los españoles con el nombre de “Real de Minas de Tegucigalpa” y que terminaría llamándose “Ciudad de la Villa del Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa y Heredia y su Patriótico Ayuntamiento”. Este es su verdadero nombre.

El Estadio Nacional se cae a pedazos y la solución ha sido trasladar los más importantes juegos a otra ciudad, promoviendo con ello el abandono de la primera y máxima instalación deportiva de la nación.

Los primeros pobladores crearon una sociedad culta y respetuosa de las buenas costumbres y los valores; Wells afirma en su libro “exploraciones por Honduras” que definitivamente esta era la ciudad más culta de Centroamérica y la de mejor clima. El respeto por lo ajeno y por las personas era firme en esas generaciones. Durante todos estos años, la ciudad continuó su poblamiento con gentes de otros lugares, incluyendo fuera del país, en especial después de la segunda mitad del siglo XIX. La cultura se vió enriquecida con la llegada de alemanes, franceses, italianos y norteamericanos que inyectaron a la sociedad nuevos esquemas positivos a seguir. Durante los años de la Reforma Liberal y el consecuente nombramiento permanente como capital de la república, grupos de personas del interior emigran hacia la misma en busca de mejores oportunidades en la capital donde hay universidades y empleos gubernamentales; el flujo migratorio campesino continuará a lo largo del siglo XX pero hay dos momentos cruciales en el mismo: el primero durante el gobierno de Ramón Villeda Morales, que se inicia la industrialización en esta ciudad y el flujo se ve fuertemente incrementado; el segundo en los años ochenta con el resurgimiento de los gobiernos civiles que provocan un crecimiento poblacional del 60%, durante esta década Tegucigalpa creció de 500,000 a 1,200,000 habitantes. La migración ya no solo proviene de las cabeceras departamentales, se incluyen también muchas aldeas y caseríos de regiones tan remotas como Ocotepeque u Olancho.

Esto ha ocasionado un cambio en la cultura popular, ya que con la llegada de los inmigrantes, los naturales de la ciudad se vuelven cada día un grupo más reducido. ¿A que cambio nos referimos? En Tegucigalpa podemos encontrar emblemáticamente representadas las costumbres de los migrantes en cuanto a comida, vestimenta, formas de hablar, costumbres. Es fácil encontrar manifestaciones culturales de los demás departamentos en diferentes perspectivas. Lamentablemente también es fácil encontrar desidia y desinterés por la ciudad; sobre todo cuando son migrantes los que han ejercido cargos públicos en las ultimas décadas en el país, mismos que han demostrado poco o ningún interés en ayudar al ornato y mantenimiento de la ciudad y que han llegado incluso a atacarla, cerrando aeropuertos o proponiendo cambiar la capital a donde sus intereses personales convengan. Ahora entre palacios de piedra rosada y verde y entre el perfil de la moderna arquitectura que ambiciona los espacios, quedan como una reliquia de los tiempos idos, sus casonas de aleros anchos y mugrientos, sus conventos transformados, sus viejos templos de singular belleza y “sus rincones más íntimos con sus estrechas callejuelas pobladas de silencios y recuerdos borrosos ya por la pátina del tiempo”. Tegucigalpa reconoce a todos como sus hijos, naturales y migrantes: protejámosla de la destrucción total.

BREVE PRONUNCIAMIENTO
Por: Esther Alejandra García Guerra
 
“Los arqueólogos que descubrían las ciudades muertas de la antigüedad, los autores de guías, los Cicerón que recortaban el mundo del arte europeo en capas urbanas, contribuyeron a que se pudiera pensar en la museificación de la ciudad antigua”.

La historicidad de una ciudad es el resultado de un proceso temporal que construye una realidad urbana y arquitectónica. La decisión política y social genera una realidad llena de valores comunes que, en el momento actual, no existe, pero que queremos mantener y enriquecer, alcanzando el mismo adecuadamente mediante el proceso de conocimiento y difusión de cómo se produce lo que hoy conocemos como ciudad histórica y cuales son los elementos que han condicionado su correcta evolución.

La Ley de Patrimonio Histórico español define el conjunto histórico como “la agrupación de bienes inmuebles que forman una unidad de asentamiento continua o dispersa, condicionada por una estructura física representativa de la evolución de una comunidad humana por ser testimonio de su cultura o constituir un valor de uso y disfrute para la colectividad”. Asimismo es Conjunto Histórico cualquier núcleo individualizado de inmuebles comprendidos en una unidad superior de población que reúna esas mismas características y pueda ser claramente delimitado.

El polémico aeropuerto Toncontín ha sido víctima de la ignorancia de quienes creen que manejar un avión es como manejar un automóvil. Debido al abandono de las autoridades por darle la importancia requerida, es un aeropuerto de segunda categoría por la falta de ciertos elementos técnicos que lo elevarían a una categoría superior.

Sin embargo, Tegucigalpa hoy, como ciudad patrimonial, o casco histórico no ha sido valorada debido a la forma abrupta e incontrolable en que los migrantes se establecieron a fin de asegurar sus necesidades de educación, salud, seguridad, oferta de empleo, y gestión política en lo que, otrora fuera un poblado provisto de un apacible, especial e inigualable paisaje y clima; poblado favorable para el asentamiento de los intereses políticos del momento en aquellos aspectos más importantes y de primer orden que le permitieron por ende optar a un nombre que va más allá de la simple clasificación territorial otorgada por la normatividad jurídica con fines de organización política.

Por ello, es de suma importancia que los hondureños entendamos que, los cascos antiguos de las ciudades históricas, son depositarios de los rasgos de cultura más representativos de la sociedad en su conjunto, y que están sufriendo procesos de cambio críticos que, lejos de atender a sus necesidades reales, contribuyen a su progresiva degradación y su consecuente pérdida de identidad como elementos de cohesión cultural. Los organismos de gestión creados para su protección y salvaguarda han sido rebasados y su escasa o nula comprensión por parte de las autoridades estatales y la población misma, arrastra a estas zonas de la ciudad histórica hacia la destrucción, pérdida y tipificación de sus valores sociales y culturales.

De ahí que, la reputación de ésta ciudad producto de su crecimiento desordenado dentro de una urbanización no planificada, con vías insuficientes y en mal estado, son algunas de las ausencias regulatorias que impiden el desarrollo normal de los requisitos fundamentales para la organización de un asentamiento poblacional que aspire a ser reconocido y valorado como ciudad, dado que, se ha visto envuelta y sujeta a severas críticas y precariedades como consecuencia por una parte, de la falta de voluntad política  y, por otra, por la insuficiente disponibilidad de servicios públicos esenciales, tales como agua potable, acueductos y alcantarillado, energía eléctrica, y conectividad para telecomunicaciones.

La nueva realidad construida en ésta ciudad requiere urgentemente de la revisión del concepto urbano que implique la valoración de lo existente como objeto histórico, elemento de análisis y estudio para enaltecer el historial memorial que permita trascender protegiendo y conservando su pasado por medio del recuerdo de la presencia de sus edificios y trazados urbanos considerados como valores que se deben atesorar, puesto que os mismos implican la agregación de diferentes estilos, épocas y necesidades sociales; siendo el resultado la alteración, la modificación y la superposición.

Es así como, se realiza un triple ámbito: el de lo residencial, el de la forma urbana y el de lo monumental. De ahí que, no existe razón alguna para minimizar a Tegucigalpa como ciudad, y además estigmatizarla considerándola como anticuada por el proceso de la modernidad e industrialización, sino más bien, debe ser reconocida con un valor original que nos invita a la reflexión, producto de su historicidad y desarrollo dentro del proceso de urbanización que ha sido trasformada por las aportaciones y agregaciones recibidas a lo largo de los siglos, mismas que la elevan para ser contemplada como una ciudad museificada.

Mitch destruyó lo mejor del casco histórico de ambas ciudades Tegucigalpa y Comayagüela. Tanto autoridades como población civil no han hecho mayor cosa para superar esta condición, y por ello hay zonas de la ciudad en que parece que Mitch ocurrió ayer.

Todo lo anterior, asegurará a la población que habita ésta bella y acogedora ciudad capital de la seguridad básica para la convivencia. Si la violencia y el desorden se van apoderando de los habitantes, se va desdibujando la imagen de lo que puede haberse considerado un lugar agradable para vivir en él. De otro lado, la convivencia exige el cumplimiento de una serie de normas mínimas de respeto por la protección, conservación y cuidado de la infraestructura de la ciudad misma, así como por los mismos pobladores, como ser: el abstenerse de alterar la tranquilidad con eventos sociales excesivos en ruido, el no ocupar espacios públicos o zonas correspondientes a propiedad privada con automóviles mal estacionados o con improvisados puntos de venta de misceláneas y el no ubicar fábricas o lugares de servicios en zonas residenciales.

Todos estos factores deben ser considerados por las autoridades como una prioridad, especialmente si se pretende que una localidad habitacional atraiga la inversión internacional y el turismo. Para ello, es preciso respetar los planes de ordenamiento territorial y conservar los elementos que en otra época han permitido calificar a Tegucigalpa como lugar agradable para vivir.

BIBLIOGRAFÍA:
Galvis Cote, Jorge Humberto, “Características de una ciudad”, septiembre 2008, Vanguardia.Com Histórico.
Sánchez, Diego Peris, “El Paisaje de la Ciudad Histórica”, Marzo 2011 N°2, Informes Sobre Patrimonio Cultural, De Castilla-La Mancha.
Rubio, Alfonso Ascencio, “Ciudad histórica y casco antiguo, una propuesta turística”, 2008, Revista UNIVA, Universidad católica de México.


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