Orígenes de los llamados Bailes Folklóricos en Honduras
Dominicales 22 mayo, 2011
Por: Rolando Zelaya y Ferrera
Los orígenes de los actuales bailes
folklóricos hondureños se remontan al momento del contacto con mundo
europeo. Las tradiciones indígenas de danzantes y voladores son
reprimidas por la iglesia pero encuentran nuevas formas de manifestación
a través del sincretismo cultural y religioso, esto es, de la unión de
los elementos culturales y religiosos tanto indígenas como españoles,
dando como producto una mezcla de ambas culturas en donde la cultura
indígena, como cultura subyacente, sustituye todo su panteón de dioses
por las imágenes españolas cuyo culto es permitido por los sacerdotes
españoles sin percatarse de que lo mismo es un escape cultural ante la
presión de la cultura dominante.
De esta manera comenzamos a ver ritos
indígenas bajo la forma de ferias a algún santo patrón, tal es el caso
del Guancasco y el Baile de Moros y Cristianos en la región de Intibucá.
La Compostura del Maíz es otro ejemplo claro del acomodo de la fiesta a
Tláloc para darle gracias por la cosecha como una feria a San Esteban
para darle gracias por una cosecha fructífera de maíz.
La
libación de chicha, bebida hecha de maíz fermentado, no falta en estos
rituales así como tampoco la danza, que como en tiempos antiguos, narra
luchas entre el bien y el mal para favorecer a los hombres que confían
plenamente en sus dioses, y ahora narra los éxitos de los santos en el
mismo enfrentamiento.
Sin embargo, el establecimiento de los
sistemas de encomienda y repartimiento en el siglo XVII, como formas
preliminares de la formación de la hacienda, permite el establecimiento
de una serie de grupos sociales en interacción cultural, bajo un esquema
más homogéneo. En este sentido, muy importante es el establecimiento
del terrateniente feudal y los trabajadores de la hacienda conocidos
como peones dirigidos por un gamonal; estos dos antagonistas son los que
darán origen a las diferentes formas de bailes folklóricos que
encontramos en Honduras. ¿Porque? La respuesta es muy sencilla.
No se sabe exactamente cuando
introdujeron los españoles la música y en especial la guitarra a las
culturas coloniales, sin embargo es obvio que con el establecimiento de
autoridades y el desarrollo de las clases sociales, la misma pasó a
formar parte importante en los procesos de socialización al igual que lo
rea en Europa.
Los poderosos daban fiestas en su casa
como una forma de compartir la bonanza económica a la vez de permitir
que sus propiedades fueran la vitrina a través de la cuál mostraban el
poder que detentaban al interior de “X” grupo social. Los sirvientes,
tanto los que laboraban en la casa como en el campo eran testigos de los
bailes y las modalidades rítmicas de la época, mismas que fueron
copiadas por los grupos menos favorecidos en sus propias reuniones
sociales, a menudo animadas con música de guitarras y vigüelas en
sustitución de una orquesta.
Lo
cierto es que para fines del siglo XVII e inicios del XVIII, las clases
menos privilegiadas del sistema colonial, ya poseían sus propias
composiciones musicales con ritmos de moda como la polka o el vals,
inclusive la moda de las mujeres pardas (pardos se les llamaba a los
desposeídos en la época colonial), que consistía en una falda corta
había sido sustituida por la falda larga española sin alambrete, es
decir, sin la estructura que daba cuerpo a la falda, por lo que esta
caía sobre el cuerpo hacia abajo en forma demasiado simple; como una
forma de darle más volumen a la misma se hicieron faldas con mayor
cantidad de tela y se adornaron con cintillo de color en sus extremos
inferiores.
La parte superior era copiada
íntegramente de la moda de la mujer española. En el caso del hombre,
esto no tuvo mayor importancia, ya que todos habían sustituido el sayal
por un pantalón corto parecido a los de los pescadores, es decir, apenas
por debajo de la rodilla; una camisa simple de amarrar en el pecho y
sombrero de mimbre; el machete se colgaba del pantalón a un lado del
cuerpo como forma de tenerlo accesible para matar culebras, limpiar el
camino o responder ante una urgencia personal.
Se ha recopilado información sobre estos
vestuarios, por ejemplo el traje típico colonial estaba confeccionado
de tela floreada y vistosa, escotado, llevaba gola y vuelos de un mismo
color; con este traje se bailan danzas de salón como La Varsoviana, las
Cuadrillas, el Callado, La mazurca, las Polkas. El traje típico de Copán
se confeccionaba con telas brillantes de diferente color y trencillas
de colores fuertes y variados. El traje típico de Intibucá se
confeccionaba en manta blanca, con ribetes de colores chillantes en
medio de la gola, la pechera, los puños de las mangas y las enaguas
(falda). En la pechera llevaba botones de colores variados y fuertes.
Precisamente
y en cuanto a los colores, era muy difícil que los vestidos fueran
excesivamente coloridos (a excepción del de Copán) debido a que los
mismos eran hechos de un tipo de tela creado en Mesoamérica y que en
tiempos coloniales se conocía como manta india. No se usaban ni caites
ni ningún otro tipo de zapato pues no era del rango de los pardos el
andar calzados, esto se introduce posteriormente, casi cuarenta años
después de la independencia. Pero lo que si es cierto es que para
mediados del siglo XVIII ya existía música y danza por parte de los
pardos a imitación de los terratenientes españoles y esto seguirá sin
variar hasta el final de la colonia, que es cuando comenzarán a
introducirse telas de otros colores por ser de algodón, traídos desde
México y Europa hacia Honduras.
William Wells, quién visitó Honduras en
1835 cuenta: “Toda la concurrencia se dio luego al placer que para la
raza hispana constituye su segunda naturaleza: la danza…es muy raro
encontrar entre las muchachas centroamericanas alguna que sea
indiferente al baile, por lo general son sueltas, naturales y flexibles
en sus movimientos; danzan con un garbo augusto, majestuosos pero a la
vez animado, sin la menor tendencia al salto. Los hombres, con pocas
excepciones, también bailan bien. Se inició un vals al que siguieron
después los cotillones y todos los bailes de moda, a excepción de las
polkas modernas que aún no habían llegado al país…”([1]).
Si bien es cierto, los esquemas de baile
continuaren vigentes hasta nuestra época, tanbién es cierto que su
conformación es lo que nos ha llevado a encontrar en estos bailes algo
propio que nos identifica como país y nos une como nación.
Posteriormente en el siglo XXX, folkloristas estudiosos del ámbito
nacional inician la recuperación de todos los bailes y canciones de la
Honduras colonial, mismos que varían de lugar en lugar sin dejar de ser
por ello parte de un todo. Música y danza las encontramos juntas en
todas las áreas culturales del país. Entre los investigadores del
folklore en Honduras podemos mencionar a Rafael Manzanares, Rony
Velásquez, Jesús Muñoz Tábora, Nathan Pravia Lacayo, Alma Caballero
entre otros.
Las
investigaciones han arrojado desde canciones para rondas infantiles
como Los Pollitos, A la víbora, Materine rine rero, Arroz con leche,
Canto de arrullo Arrurrú, una serie de tonadas campesinas hasta llegar a
lo conocido: Flores de Mimé, Candú, La Lola, Priscila, La Valencita, La
Valona, Parindé, El Sapo Chiminike, El Barreño, El Torito Pinto, Sós un
angel, Sensible despedida, El Pitero, Tat-Sap, El Zopilote, Adios
Garcita Morena, El Estiquirín que es una canción de navidad y otras más
que sería largo de enumerar. Cada una posee su propio estilo de baile
pero en forma genérica se conoce como xique que es una forma abreviada
de xixique, el ruido que hacen los caites al rozar el suelo durante el
baile([2]). Bajo este genérico, otras danzas son La Tusa, Sós una angel,
La Cadena, Las Escobas, La Pieza del Indio, El Sueñito, las danzas con
carambas (instrumento de persución del litoral norte del país) y las
danzas criollas de imitación, ya que los criollos, hijos de españoles
nacidos en América, también copiaron de los españoles; danzas como ser
EL Torito Pinto, LA Coyota, El Gavilán, El Zopilote, La Galopa, El
Caballito, El Revuelto, El Guapango Chorotega, El Zapateado o de los
Machetes, La Correa, El Barreño, El Jutikile, El Palito Verde; y para
terminar las danzas de salón como LA Varsoviana, EL Callado.
En los últimos años se han incorporado
las danzas garífunas, propias de una subcultura del nororiente del país
llamada Garinagu o Garífuna, de quienes se han incorporado danzas como
Uyanu, Abudurujani, Jungu Jungu, Parrandas, Guarini y otras que tiene
que ver con rituales propios de su cultura.
Fuentes:
[1] Wells, William, Viajes y exploraciones por Honduras 1857, publicación del Banco Central de Honduras,1978, pag.182.
[2] Muñoz Tábora, Jesús, Honduras: Folklore y Educación, Editoria Guaymuras, 1973, pag.79.
[1] Wells, William, Viajes y exploraciones por Honduras 1857, publicación del Banco Central de Honduras,1978, pag.182.
[2] Muñoz Tábora, Jesús, Honduras: Folklore y Educación, Editoria Guaymuras, 1973, pag.79.
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