jueves, 27 de diciembre de 2012

Industrialización y comercio capitalista: los inmigrantes (Parte I)

Dominicales  14 agosto, 2011

Por: Esther Garwer y Rolando Zelaya y Ferrera.

En América los inmigrantes gozaron de una serie de ventajas y privilegios que en la generalidad de las constituciones latinoamericanas aparecieron para estimular el poblamiento y mejorar los horizontes económicos.

La inmigración es el traslado voluntario de personas de un país a otro a fin de establecerse en forma definitiva o prolongadamente para ejercer una actividad de beneficio personal. En el caso de la inmigración europea hacia América, desde mediados del siglo XIX tuvo un carácter colectivo, pues los países jóvenes y recién independizados se vieron en la necesidad de aumentar su número poblacional ofreciendo como contraparte el aliciente de la riqueza y el trabajo que brindaban ricos y despoblados territorios.

Desde la época de la república federal, tanto José Cecilio del Valle como Francisco Morazán estuvieron abiertos a las políticas de colonización que vinieran a impulsar el desarrollo económico de la región, siempre y cuando se respetaran los fueros soberanos y la dignidad de nuestros pueblos. Francisco Morazán, en particular, estuvo interesado en estrechar los lazos políticos, económicos y amistosos con los liberales de la vieja guardia napoleónica y con los liberales de la Francia constitucional del periodo del rey Burgués, Luis Felipe de Orleáns . La misma Constitución Federal establecía que “la república es asilo sagrado para todo extranjero, y la patria de todo el que quiera residir en su territorio”.

Los hermanos Francisco y Ernesto Siercke iniciaron una de las compañías que más representacicón comercial tuvo en Honduras.

En Honduras, el proceso de inmigración se inició cuando, durante el gobierno del general José María Medina, se promulga la primera Ley de Inmigración, el 26 de febrero de 1866. De acuerdo con investigaciones realizadas por estudiosos de la historia de nuestro país, el primer inmigrante en poner pies en suelo hondureño fue Carlos Dárdano, natural de Cerdeña, Italia, con lo que desde 1838 se inició la llegada de extranjeros , quienes se instalaban en su mayor parte en la costa atlántica y el sur de Honduras. Una muestra más clara de ello es el hecho de que, atraídos por la oportunidad que daba el gobierno con los trabajos para la construcción del ferrocarril, el 3 de mayo de 1867 arribaron a San Pedro Sula 61 inmigrantes norteamericanos; otro ejemplo es que Carl Von Scherzer haya sido el primer viajero alemán que visitó y dejó testimonio escrito de Honduras en su recorrido por la América española en 1853 .

El gobierno reformador de Marco Aurelio Soto (1876) y los que le siguieron, coincidieron temporalmente con el fenómeno de la inmigración masiva de Europa hacia América, que surgió entre 1860 y 1930, la que se debió en su mayor parte a la desocupación y el marginamiento socioeconómico provocado por la Revolución Industrial y por las persecuciones ideológico–políticas del momento. Aprovechando la situación, la renovada proyección socioeconómica y política que se estaba gestando en Honduras contempló estimular y atraer parte de esa inmigración europea a territorio nacional para imbricarla en el desarrollo nacional, especialmente en el ámbito productivo y comercial. La idea era que la llegada de los inmigrantes al país atraería no sólo capital sino también técnicas agrícolas y artesanales modernas. De acuerdo con el Censo General de la república de Honduras, verificado el 15 de junio de 1887, los extranjeros se resumían a 185 norteamericanos, 77 españoles, 72 franceses, 1,033 ingleses, 43 alemanes, 4 rusos, 2 suizos, 13 italianos, 4 belgas, 2 daneses, 1 holandés, 1 portugués, 1 brasileño y 1 chino, sin contar los centroamericanos y otros hispanoamericanos como México y Colombia.

Honduras recibió una corriente migratoria, mayoritariamente procedente de Europa, Oriente Medio y Estados Unidos, la cual pasó a insertarse en las actividades productivas comerciales en el ámbito urbano y, en un menor grado, en el ámbito agrario, como se muestra en la incipiente economía bananera de la Costa Norte durante ese periodo. Las iniciales actividades económicas de los inmigrantes fueron beneficiadas por el auge de la producción primario–exportadora, de tal manera que lograron en poco tiempo ampliar rápidamente sus actividades, constituyéndose en un poder económico secundario (luego del enclave bananero) en el país; los árabes y judíos en el norte y los alemanes y otros europeos en el sur. Según Murga Frassinetti, “fueron sobre todo los inmigrantes alemanes y secundariamente italianos y franceses, quienes aprovecharon el auge minero de fines de siglo pasado entre 1880 y 1895, que dinamizó las regiones ubicadas entre el centro del país y el Puerto de Amapala.” Si bien es cierto que el sur de Honduras se vio ocupado en su mayoría por europeos, cierto es también que en la costa atlántica, árabes y palestinos, apoyados en la Ley de Extranjería del 10 de abril de 1895, engrosaron el caudal de extranjeros en el país, siendo su momento de mayor apogeo entre 1880 y 1930.

Sede de los Almacenes Siercke y Hermano en Choluteca

Es en el sur de Honduras donde comienzan a surgir casas comerciales, bajo las denominaciones y propiedad de José Rossner, Teodoro Kohncke, Roberto Motz, Jorge Schmuck, Luis Stiehle, Enrique Kohncke, Francisco y Ernesto Siercke, Pablo Ulher, Erick Paysen, Federico Dreschel, Pedro César Abadie, A. Leitzelar, Ricardo Streber, Otto Eurcher, A. Bermhort, Federico Werling, Juan Stradtmann, Carlos Dárdano, Hugo Rinker, José y Miguel Tavarone, Hipólito Agasse, Juan B. Gattorno y Demetrio Bennedetto. En términos generales, los grupos de inmigrantes europeos incluían familias o individuos que criaban a sus hijos en estas tierras, otros contrajeron matrimonio con jóvenes de la localidad o mantuvieron relaciones extramaritales con mujeres a quienes regalaban casas y propiedades. No parecían ajenos a la sociedad local y, a diferencia de la zona norte, el proceso de integración fue increíblemente acelerado, al grado de que en los primeros 25 años de este siglo ocuparon puestos políticos de importancia en las comunidades donde se situaban, a manera de ejemplo podemos mencionar que, en 1909, Francisco Gattorno se encargaba de guardar las colectas de los derechos municipales en importaciones y exportaciones de mercaderías.

Pese a que, sobre todo los europeos, lograron tener cierta influencia en el campo político, la Ley de Extranjerías de 1895 prohibía a los inmigrantes inmiscuirse en las disensiones civiles del país, por lo cual su acción política estaría limitada a guardar prudencia. Sin embargo, las guerras civiles ocurridas durante el primer cuarto de siglo XX involucraron a los inmigrantes involuntaria o voluntariamente. Es sabido que en Pimienta, Cortés, algunos palestinos fueron colgados por los dedos y su dinero robado a punta de pistola, en vista de que el comandante local les había pedido una contribución de 500 dólares a cada uno, a lo cual se habían opuesto. En el caso de aquellos inmigrantes que se vieron involucrados voluntariamente, la forma más común fue integrar a militares de carrera en los procesos de militarización, de tal manera que unos fueron contratados como asesores para el gobierno de Honduras, como Alfredo Labró, Luis Oyarzún; otros fueron aventureros, como Lee Christmas.

Sede de los Almacenes Siercke y Hermano en Choluteca

No sólo los europeos disfrutaban de las ventajas de las nuevas leyes de migración hondureñas, también algunos americanos se vieron beneficiados, como el caso de Antonio Maceo y Máximo Gómez , exilados de Cuba al fracasar la primera etapa de la guerra de independencia cubana. El gobierno de Marco Aurelio Soto le confirió a Gómez el grado de general en 1876 y recibió del Congreso Nacional de Honduras la cantidad de cinco mil pesos para hacer llegar un grupo de exilados cubanos, entre ellos, además del mismo Gómez, Antonio Maceo, José Joaquín Palma y Francisco de Paula Flores . En el caso de Gómez y Maceo, Soto los puso a cargo del Ministerio de Defensa, con miras a constituir el Ejército Nacional; Tomás Estrada Palma, quien llegaría a ser presidente de Cuba, se hizo cargo del Correo Nacional . En el caso de José Joaquín Palma, llega a Honduras el 3 de julio de 1878 y 25 días después es nombrado secretario privado y poeta de la Corte en el gobierno, además de secretario de la Sociedad de Amigos, de la que Rosa mismo era presidente . Con el apoyo del gobierno, en 1882 publicó el primer libro de poesía en Honduras: Poesías  con un prólogo de José Martí, quien visitó Honduras en 1878, y una introducción de Marco Aurelio Soto. Años más tarde, en 1910, Paulino Valladares afirmó que “el poemario se vendió en todas las oficinas administrativas gubernamentales del país y por esa causa el libro fue conocido hasta en los lugares más apartados” . Esto muestra un poco el resentimiento de los hondureños hacia los extranjeros, cosa que también reconocen los poetas Martí y Rubén Darío posteriormente . Estos privilegios también se verían reflejados en la inserción de los mismos en el aparato productivo nacional.

Aunque esta inserción privilegiada en el sistema productivo y educativo nacional fue eficaz, también es cierto que durante la Primera y Segunda Guerras Mundiales, los ciudadanos alemanes e italianos se vieron afectados por embargos que el gobierno de Honduras realizó como política de los aliados a Estados Unidos para con los ciudadanos de países considerados enemigos en los conflictos. Más vigorosa fue la segunda confiscación: en el año de 1941 el gobierno de Honduras ordena el congelamiento de todos los bienes de los alemanes residentes en el país y varios meses después ordena el remate de los mismos. Algunos de los alemanes considerados de mucho cuidado por la embajada de Estados Unidos son deportados a campos de concentración en aquel país, a otros se les permite sobrevivir en suelo hondureño mientras podían trabajar. Los alemanes, aun después de la guerra, no pudieron recuperar su antigua preeminencia comercial como resultado de la no devolución de sus bienes y propiedades por parte de la administración de Carías Andino. Ellos llegaron a constituir el sector empresarial más dinámico y pudiente de la región centro y sur del país, controlando los renglones más lucrativos del comercio de importación y exportación, vía Amapala-San Lorenzo, con una red de sucursales distribuidas en grandes y medianos centros poblacionales con un exitoso sistema de ventas al mayoreo y al detalle, expandiendo sus actividades económicas hacia otros rubros, como haciendas, beneficios de café, representaciones, banca, fábricas, embotelladoras, procesadoras y hasta una línea aérea. Más que una confiscación de bienes, el embargo significó un estancamiento económico, en especial de la zona sur del país, que no dejó de afectar el resto de Honduras.

FUENTES:
Leiva Vivas, Rafael. Presencia de Máximo Gómez en Honduras, Tegucigalpa, Editorial Universitaria, 1978, pp. 22-23.
Op. Cit.
Argueta, Mario. Historia de Honduras, ESP, 1978, p. 110
Funes, José Antonio. Froylán Turcios y el modernismo en Honduras, Premio Estudios Históricos Rey Juan Carlos I, 2004, Litografía López, 2006, p.25.
Acosta, Óscar. El pensador y su mundo: Rafael Heliodoro Valle, vida y obra, Tegucigalpa, Editorial Nuevo Continente, 1973, p. 11.
Valladares, Paulino, ¿Para qué?, reproducido en Ariel, Tega, III Etapa, 6 de octubre de 1972, p. 6.
Funes, José Antonio, Froylán Turcios… Op. Cit, p 26.

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