Industrialización y comercio capitalista: los inmigrantes (Parte II)
Dominicales 21 agosto, 2011
Por: Esther Garwer y Rolando Zelaya y Ferrera.
Los
norteamericanos en principio vinieron como exploradores a conocer el
territorio y sus posibilidades de inversión, como ser John Lloyd
Stephens y William Wells. Entre los primeros residentes temporales con
este fin podemos mencionar a los cónsules que comenzaron a venir desde
principios del siglo XIX como entre los que se destaca E. Geo Squier,
quien trajo consigo a los expertos W.N. Jeffers, S.N. Woodhouse y M.D.C.
Hitchcock([12]), quienes realizaron un reconocimiento científico de
todo el país, aunque no puede dejarse de lado el hecho de que algunos de
ellos participaron en la actividad productiva al obtener contratas
privadas con el estado hondureño como fue el caso de Augustus Follin
quién participó en un monopolio sobre las concesiones madereras durante
las décadas de 1840 y 1850([13]), otros cónsules fueron Frank Frye
(1875) y Jhon C. Jack (1878) el primero en residir en San Pedro Sula. En
vista de las facilidades dadas por el gobierno hondureño para otorgar
concesiones a extranjeros. Conociendo los resultados de las
exploraciones antes mencionadas, llegaron norteamericanos a dedicarse a
la explotación de minas como Washington S. Valentine, Rafael Weddle,
Juan Drummond, Sidney H. Wilcox, Daniel Williams, otros vendrán en los
años subsiguientes y primeros de este siglo a incorporarse a otras
acividades como Miguel Brooks, Adan Gordon, Keneth Matheson, J.F. Lewis,
Allan Padgett, Julio Villars, W.S. Crossman, Arthur Kilgore, J.W.
Richardson. De importancia para estas migraciones son las compañías
United Fruit Co. y la Rosario Minnig Co. quienes reclutaban sus mandos
superiores e intermedios en los Estados Unidos para traerlos a trabajar
temporalmente a Honduras, así como mano de obra barata para la
construcción del ferrocarril.
Caso
contrario ocurrió con los palestinos en el norte del país. Ellos
lograron insertarse dentro del desarrollo económico promovido por las
empresas bananeras norteamericanas, sin menoscabo de sus actividades por
diferencias internacionales. Si bien es cierto su inserción en la
sociedad local fue más lenta, tampoco se deja de lado su intención de no
abandonar sus costumbres tan fácilmente, por lo que se vuelve tradición
traer las esposas del lejano oriente; sin embargo, se dan casos de
palestinos que se casan con hondureñas integrándose de esta forma más
rápido al contexto social hondureño. La denominación “turco” como mal se
llama a estos inmigrantes, se debió a que en un inicio ellos portaban
pasaporte con tal nacionalidad por estar Palestina adscrita por la
fuerza al Imperio Turco, en el momento en que ellos iniciaron su flujo
migratorio hacia Honduras.
Es en la Costa Norte donde se empiezan a integrar a la sociedad
inmigrantes árabes y palestinos: Constantino Niní (primer árabe
registrado en Honduras), Salomón Handal (primer árabe anunciado como
comerciante en San Pedro Sula([14])), Jorge José, los hermanos Sikaffi,
los hermanos Moisés, Nicolas Gabrie, Domingo Larach, Elías Yacamán,
Miguel Kawas, Salomón Marcos, César Abud, Abraham Musa, Bishara Handal,
Sabas Larach, Constantino Larach, Juan Andonie, S. Panayotti, la familia
Dip, Francisco Saybe, Miguel Handal y Jacobo Jaar entre otros. Esta
comunidad árabe-palestina tuvo un proceso de asimilación gradual en las
tres primeras décadas del presente siglo a diferencia de los europeos. A
partir de 1930 este proceso se aceleró gracias a la inserción de los
hijos de los inmigrantes en diversos sectores del dinamismo social
hondureño, ejemplo de ello son los casos de la compositora musical Lidia
Handal y de la escritora Emilia Yacamán de Bertot.
El
caso de los chinos es muy diferente al de los arriba mencionados: para
comenzar no existe mayor documentación acerca de la entrada de este
grupo al país quizás debido a lo causal de su situación, los primeros
chinos ingresan a la costa Norte del país huyendo de los malos tratos y
la mala vida obtenida en San Francisco y otras ciudades de la costa
oeste de California ([15]), o en busca de trabajos más salobres que el
que se efectuaba en la construcción del Canal de Panamá o en las cañeras
de la isla de Cuba ([16]) , obteniendo visa como residentes temporales o
extranjeros en tránsito en Honduras. Sin embargo, inexplicablemente su
presencia no deja mayores pistas durante la etapa final del siglo XIX ni
los inicios del siglo XX; de acuerdo al censo practicado en 1881 por el
Director General de Estadística de la República de Honduras, la
cantidad de extranjeros en Honduras sumaba 1,027 personas concentrados
en su mayoría en las ciudades de Santa Bárbara, Copán y Tegucigalpa
([17]), para el censo de 1889 practicado por Antonio R. Vallejo como
Director de Estadística este total había aumentado a 6,167 extranjeros
en el cuál aparece por primera vez en un censo en Honduras, un ciudadano
de nacionalidad china radicado en Santa Bárbara ([18]). Ya para 1945
habían 307 ciudadanos de origen chino([19]) y entre los años de 1946 y
1956 sólo se registra la naturalización de seis ciudadanos de origen
chino ([20]): Samuel Young Puick, José Antonio Quan, Juan César Quan y
Julio Ernesto Quan, Félix Chávez (¿?) y Francisco Pon. La ausencia de
nombres chinos se debe a la costumbre de ellos de tomar nombres comunes
al lugar donde residirán como una forma de facilitar su inserción en el
grupo local, de aquí que la mayoría de los chinos se llamaran Charlie en
los Estados Unidos como Juan, José o Jorge en Honduras y América Latina
en general. Por otro lado, los chinos usan los nombres al contrario de
los occidentales: primero indican su apellido para identificar su
familia y después su nombre para identificarse a sí mismos, de esta
manera Quan Chi Ling pasa a ser José Ernesto Quan, más aceptable para
nuestro sistema social. Los inmigrantes chinos en Honduras, encuentran
su nicho en nuestra sociedad a través del establecimiento de
abarroterías en lugares estratégicos de clara proyección con las clases
más necesitadas del país, aparte de buscar los mercados, se ubican en
los barrios de mayor extracción popular; otros se dedican a la cocina,
instalando restaurantes donde se vende comida china y comida hecha por
chinos en San Francisco (Chop Suey).
Los
judíos son el grupo inmigrante minoritario existente en Honduras
(actualmente cerca de 100 familias), su entrada al país podría ubicarse
desde fines de siglo pasado (circa 1880) si seguimos la pista de
inmigrantes rumanos, húngaros y polacos que ya para 1945 sumaban un
total cerca de 36 ([21]). Radicados en su mayoría en la ciudad de San
Pedro Sula se dedicaron al comercio local al igual que los palestinos,
de hecho hasta hicieron alianzas comerciales con ellos. Pese a ser un
grupo minoritario, ya para los años veinte inician un despegue económico
importante: Yankel Rosenthal, inmigrante de origen rumano invierte
capital en Honduras al formar en 1930 en sociedad colectiva un
establecimiento denominado “Siga la Flecha” en sociedad con otro judío
rumano el señor Manuel Rosemberg([22]), “…el establecimiento negocia con
mercaderías en general y se especializa en artículos para caballeros y
ropa hecha. Sociedad colectiva. Socios únicos: Yankel Rosenthal y Manuel
Rosemberg. Puerto de desembarque: Puerto Cortés…”([23]) Posteriormente
se volverán propietarios de la conocida Agencia Barret propiedad del
norteamericano E.J.Barret la que, durante la primera mitad del siglo XX,
fue de suma importancia comercial en San Pedro Sula. Por otro lado,
Boris Goldstein y familia, inmigrantes judíos polacos se establecieron
en San Pedro Sula hacia 1929 iniciando un negocio artesanal en la
curtiembre de pieles y la elaboración de calzado; ya para 1933 Isaac
Goldstein pretendió instalar una nueva jabonera en San Pedro Sula para
hacer competencia a las ya existentes pero no prosperó en vista de la
reticencia de los otros inversionistas ([24]). Entre otras familias
inmigrantes judías podemos mencionar a Jacobo Brandel, Antonio Ellner,
Isaac Fux, Saias Goldental, Moises Knopmäjer, Hermann Rubinstein, Max
Runbinstein, Margarita Steinberger, José Sucrovich y Jacobo Wolozny
([25]).
La inserción al grupo local siguió el mismo ritmo que la de los
palestinos, grupo con el cuál tuvieron alianzas matrimoniales en forma
frecuente y con el que se identificaron parcialmente, adoptaron los usos
y costumbres hondureñas con mucha más rapidez que los palestinos
logrando pasar desapercibidos por la sociedad local quien les veía como
un hondureño más. Algunas de las familias (como el caso de los
Goldstein) se trasladaron a Tegucigalpa en donde continuaron con sus
negocios incluyendo en ellos nuevas sociedades comerciales en algunos
casos con hondureños.
La inmigración ha aportado a Honduras un desarrollo capitalista
definido, aunque polarizado hacia ciertos sectores del país, sin contar
con el enriquecimiento del proceso de mestizaje que caracteriza al
hondureño de hoy. La presencia de los grupos europeos sobretodo
alemanes y los norteamericanos activaron una incipiente economía
principalmente agrícola redirigiéndola hacia la industrialización
capitalista a la vez que propugnaba por la diversificación para poder
integrar así ambos rubros, el tradicional y el naciente. Si bien es
cierto los procesos iniciales fueron abortados sobretodo en el caso de
los alemanes en el sur, la labor agrícola ya no se vio de la forma en
que tradicionalmente se hacía; la continuación de los métodos y técnicas
traídas por los inmigrantes continuó desarrollándose tal y como lo
esperó Marco Aurelio Soto cuando creó las leyes de inmigración; grupos
posteriores retomarán la experiencia aunque sus aportes se vean
limitados en el tiempo y llevarán a algunos de estos inmigrantes a ser
personalidades al interior del capitalismo hondureño.
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