jueves, 27 de diciembre de 2012

Industrialización y comercio capitalista: los inmigrantes (Parte II)

Dominicales  21 agosto, 2011
Por: Esther Garwer y Rolando Zelaya y Ferrera.

Los norteamericanos en principio vinieron como exploradores a conocer el territorio y sus posibilidades de inversión, como ser John Lloyd Stephens y William Wells. Entre los primeros residentes temporales con este fin podemos mencionar a los cónsules que comenzaron a venir desde principios del siglo XIX como entre los que se destaca E. Geo Squier, quien trajo consigo a los expertos W.N. Jeffers, S.N. Woodhouse y M.D.C. Hitchcock([12]), quienes realizaron un reconocimiento científico de todo el país, aunque no puede dejarse de lado el hecho de que algunos de ellos participaron en la actividad productiva al obtener contratas privadas con el estado hondureño como fue el caso de Augustus Follin quién participó en un monopolio sobre las concesiones madereras durante las décadas de 1840 y 1850([13]),  otros cónsules fueron Frank Frye (1875) y Jhon C. Jack (1878) el primero en residir en San Pedro Sula. En vista de las facilidades dadas por el gobierno hondureño para otorgar concesiones a extranjeros. Conociendo los resultados de las exploraciones antes mencionadas, llegaron norteamericanos a dedicarse a la explotación de minas como Washington S. Valentine, Rafael Weddle, Juan Drummond, Sidney H. Wilcox, Daniel Williams, otros vendrán en los años subsiguientes y primeros de este siglo a incorporarse a otras acividades como Miguel Brooks, Adan Gordon, Keneth Matheson, J.F. Lewis, Allan Padgett, Julio Villars, W.S. Crossman, Arthur Kilgore, J.W. Richardson. De importancia para estas migraciones son las compañías United Fruit Co. y la Rosario Minnig Co. quienes reclutaban sus mandos superiores e intermedios en los Estados Unidos para traerlos a trabajar temporalmente a Honduras, así como mano de obra barata para la construcción del ferrocarril.

 

Caso contrario ocurrió con los palestinos en el norte del país. Ellos lograron insertarse dentro del desarrollo económico promovido por las empresas bananeras norteamericanas, sin menoscabo de sus actividades por diferencias internacionales. Si bien es cierto su inserción en la sociedad local fue más lenta, tampoco se deja de lado su intención de no abandonar sus costumbres tan fácilmente, por lo que se vuelve tradición traer las esposas del lejano oriente; sin embargo, se dan casos de palestinos que se casan con hondureñas integrándose de esta forma más rápido al contexto social hondureño. La denominación “turco” como mal se llama a estos inmigrantes, se debió a que en un inicio ellos portaban pasaporte con tal nacionalidad por estar Palestina adscrita por la fuerza al Imperio Turco, en el momento en que ellos iniciaron su flujo migratorio hacia Honduras.

Es en la Costa Norte donde se empiezan a integrar a la sociedad inmigrantes árabes y palestinos: Constantino Niní  (primer árabe registrado en Honduras), Salomón Handal (primer árabe anunciado como comerciante en San Pedro Sula([14])), Jorge José, los hermanos Sikaffi, los hermanos Moisés, Nicolas Gabrie, Domingo Larach, Elías Yacamán, Miguel Kawas, Salomón Marcos, César Abud, Abraham Musa, Bishara Handal, Sabas Larach, Constantino Larach, Juan Andonie, S. Panayotti, la familia Dip, Francisco Saybe, Miguel Handal y Jacobo Jaar entre otros. Esta comunidad árabe-palestina  tuvo un proceso de asimilación gradual en las tres primeras décadas del presente siglo a diferencia de los europeos. A partir de 1930 este proceso se aceleró gracias a la inserción de los hijos de los inmigrantes en diversos sectores del dinamismo social hondureño, ejemplo de ello son los casos de la compositora musical Lidia Handal y de la escritora Emilia Yacamán de Bertot.

 

El caso de los chinos es muy diferente al de los arriba mencionados: para comenzar no existe mayor documentación acerca de la entrada de este grupo al país quizás debido a lo causal de su situación, los primeros chinos ingresan a la costa Norte del país huyendo de los malos tratos y la mala vida obtenida en San Francisco y otras ciudades de la costa oeste de California ([15]), o en busca de trabajos más salobres que el que se efectuaba en la construcción del Canal de Panamá o en las cañeras de la isla de Cuba ([16]) , obteniendo visa como residentes temporales o extranjeros en tránsito en Honduras. Sin embargo, inexplicablemente su presencia no deja mayores pistas durante la etapa final del siglo XIX ni los inicios del siglo XX; de acuerdo al censo practicado en 1881 por el Director General de Estadística de la República de Honduras, la cantidad de extranjeros en Honduras sumaba 1,027 personas concentrados en su mayoría en las ciudades de Santa Bárbara, Copán y Tegucigalpa ([17]), para el censo de 1889 practicado por Antonio R. Vallejo como Director de Estadística este total había aumentado a 6,167 extranjeros en el cuál aparece por primera vez en un censo en Honduras, un ciudadano de nacionalidad china radicado en Santa Bárbara ([18]). Ya para 1945 habían 307 ciudadanos de origen chino([19]) y entre los años de 1946 y 1956 sólo se registra la naturalización de seis ciudadanos de origen chino ([20]): Samuel Young Puick, José Antonio Quan, Juan César Quan y Julio Ernesto Quan, Félix Chávez (¿?) y Francisco Pon. La ausencia de nombres chinos se debe a la costumbre de ellos de tomar nombres comunes al lugar donde residirán como una forma de facilitar su inserción en el grupo local, de aquí que la mayoría de los chinos se llamaran Charlie en los Estados Unidos como Juan, José o Jorge en Honduras y América Latina en general. Por otro lado, los chinos usan los nombres al contrario de los occidentales: primero indican su apellido para identificar su familia y después su nombre para identificarse a sí mismos, de esta manera Quan Chi Ling pasa a ser José Ernesto Quan, más aceptable para nuestro sistema social. Los inmigrantes chinos en Honduras, encuentran su nicho en nuestra sociedad a través del establecimiento de abarroterías en lugares estratégicos de clara proyección con las clases más necesitadas del país, aparte de buscar los mercados, se ubican en los barrios de mayor extracción popular; otros se dedican a la cocina, instalando restaurantes donde se vende comida china y comida hecha por chinos en San Francisco (Chop Suey).

 

Los judíos son el grupo inmigrante minoritario existente en Honduras (actualmente cerca de 100 familias), su entrada al país podría ubicarse desde fines de siglo pasado (circa 1880) si seguimos la pista de inmigrantes rumanos, húngaros y polacos que ya para 1945 sumaban un total cerca de 36 ([21]). Radicados en su mayoría en la ciudad de San Pedro Sula se dedicaron al comercio local al igual que los palestinos, de hecho hasta hicieron alianzas comerciales con ellos. Pese a ser un grupo minoritario, ya para los años veinte inician un despegue económico importante: Yankel  Rosenthal, inmigrante de origen rumano invierte capital en Honduras al formar en 1930 en sociedad colectiva un establecimiento denominado “Siga la Flecha” en sociedad con otro judío rumano el señor Manuel Rosemberg([22]), “…el establecimiento negocia con mercaderías en general y se especializa en artículos para caballeros y ropa hecha. Sociedad colectiva. Socios únicos: Yankel Rosenthal y Manuel Rosemberg. Puerto de desembarque: Puerto Cortés…”([23]) Posteriormente se volverán propietarios de la conocida Agencia Barret propiedad del norteamericano E.J.Barret la que, durante la primera mitad del siglo XX, fue de suma importancia comercial en San Pedro Sula. Por otro lado, Boris Goldstein y familia, inmigrantes judíos polacos se establecieron en San Pedro Sula hacia 1929 iniciando un negocio artesanal en la curtiembre de pieles y la elaboración de calzado; ya para 1933 Isaac Goldstein pretendió instalar una nueva jabonera en San Pedro Sula para hacer competencia a las ya existentes pero no prosperó en vista de la reticencia de los otros inversionistas ([24]). Entre otras familias inmigrantes judías podemos mencionar a Jacobo Brandel, Antonio Ellner, Isaac Fux, Saias Goldental, Moises Knopmäjer, Hermann Rubinstein, Max Runbinstein, Margarita Steinberger, José Sucrovich y Jacobo Wolozny ([25]).

La inserción al grupo local siguió el mismo ritmo que la de los palestinos, grupo con el cuál tuvieron alianzas matrimoniales en forma frecuente y con el que se identificaron parcialmente, adoptaron los usos y costumbres hondureñas con mucha más rapidez que los palestinos logrando pasar desapercibidos por la sociedad local quien les veía como un hondureño más. Algunas de las familias (como el caso de los Goldstein) se trasladaron a Tegucigalpa en donde continuaron con sus negocios incluyendo en ellos nuevas sociedades comerciales en algunos casos con hondureños.

La inmigración ha aportado a Honduras un desarrollo capitalista definido, aunque polarizado hacia ciertos sectores del país, sin contar con el enriquecimiento del proceso de mestizaje que caracteriza al hondureño de hoy.  La presencia de los grupos europeos sobretodo alemanes y los norteamericanos activaron una incipiente economía principalmente agrícola redirigiéndola hacia la industrialización capitalista a la vez que propugnaba por la diversificación para poder integrar así ambos rubros, el tradicional y el naciente. Si bien es cierto los procesos iniciales fueron abortados sobretodo en el caso de los alemanes en el sur,  la labor agrícola ya no se vio de la forma en que tradicionalmente se hacía; la continuación de los métodos y técnicas traídas por los inmigrantes continuó desarrollándose tal y como lo esperó Marco Aurelio Soto cuando creó las leyes de inmigración; grupos posteriores retomarán la experiencia aunque sus aportes se vean limitados en el tiempo y llevarán a algunos de estos inmigrantes a ser personalidades al interior del capitalismo hondureño.

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